Menos de 48 horas después de confirmarse la rotunda victoria electoral de Donald Trump en Estados Unidos, China se ha puesto las pilas. El gigante asiático sabía que un regreso de Trump a la Casa Blanca recrudecería las constantes tensiones entre ambas potencias, especialmente por los aranceles del 60% que el candidato republicano quiere imponer a las importaciones desde China. En previsión de ese escenario, era de esperar que Pekín empezase a armar estímulos para defenderse ante este ‘vendaval’ desde Washington. La primera salva ha llegado este viernes con un paquete destinado a ayudar unos asfixiados por la deuda gobiernos locales. Sin embargo, como viene ocurriendo en los últimos meses, el anuncio por parte de las autoridades han dejado fríos a unos mercados que esperan más ambición por parte de los dirigentes a la hora de reanimar a una China debilitada tras el covid y que ahora puede sufrir más con el zarpazo americano.
China ha anunciado un programa de diez billones de yuanes (1,4 billones de dólares) para refinanciar la deuda de los gobiernos locales. Pekín elevará el techo de deuda de los gobiernos locales a 35,52 billones de yuanes, lo que les permitirá emitir seis billones de yuanes en bonos especiales adicionales durante tres años para canjear deuda oculta, ha informado este viernes la agencia de noticias Xinhua. Las autoridades han dicho más tarde que los gobiernos locales podrán utilizar otro total de cuatro billones de yuanes en nueva cuota de bonos locales especiales durante cinco años para el mismo propósito.
El plan aprobado por el Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional coincide en líneas generales con lo que esperaban los economistas, ya que China intenta frenar los riesgos financieros y apuntalar el crecimiento. El canje es «una importante decisión política que tiene en cuenta el entorno de desarrollo nacional e internacional, la necesidad de garantizar un funcionamiento económico y fiscal estable y la situación real de desarrollo de los gobiernos locales», han declarado las autoridades, recoge Bloomberg.
La economía china creció un 4,6% en el tercer trimestre, el ritmo más débil desde marzo del año pasado, lo que pone en duda la capacidad de Pekín para alcanzar su objetivo de expansión anual en torno al 5%. Esta ralentización llevó a los responsables políticos a adoptar políticas más favorables, como recortes de los tipos de interés y ayudas a los mercados bursátil e inmobiliario. La victoria electoral de Trump ha alimentado los llamamientos a Pekín para que refuerce las políticas destinadas a impulsar la demanda interna para compensar una posible caída de las exportaciones debido a las amenazas arancelarias del presidente electo.
El plan aprobado por el Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional se acerca al rango superior de las previsiones de la mayoría de los economistas, en un momento en que China busca frenar los riesgos financieros y apuntalar el crecimiento. Es la primera vez desde 2015 que las autoridades elevan el techo de la deuda de los gobiernos locales a mediados de año. El hecho de que se esperaran unas cifras de esta magnitud y de que las filtraciones a la prensa hablaran de este rango ha causado decepción en los mercados.
Las acciones chinas y el yuan han caído después de que las autoridades anunciaran el programa de 10 billones de yuanes. Los futuros del índice FTSE China A50 han caído más del 5% después de conocerse la medida. La debilidad también ha tenido repercusiones en los mercados mundiales, causando caídas en los precios del petróleo y del mineral de hierro, lo que refleja las preocupaciones de que una desaceleración prolongada en la segunda economía más grande del mundo reducirá la demanda de materias primas clave. CH