Las elecciones estadounidenses están monopolizando el debate en el mundo cripto. La victoria de Donald Trump ha llevado al bitcoin a niveles nunca vistos: desde hace días, de hecho, flirtea con alcanzar los 100.000 dólares, lo que mantiene a los inversores aguantando la respiración. Las demás altcoins se suman a esta euforia, batiendo máximos como Solana, o con subidas que en algunos casos superan el triple dígito, como XRP, la moneda de Ripple. El sector, ya eufórico con la elección de un presidente pro-critpo y contrario a la regulación financiera, aguarda ahora la concreción de las numerosas promesas que el republicano ha hecho al sector.
Los expertos alertan de que está por ver si el magnate podrá respetar sus anuncios, pero de momento los deseos de la industria parecen cumplirse. Gary Gensler, el presidente de la SEC, que en estos años se ha mostrado escéptico y en ocasiones hostil frente a las criptos, ya ha anunciado que dejará su cargo al frente del supervisor del mercado de valores el 20 de enero a mediodía, justo cuando Trump tome posesión. El republicano acaba de nombrar a Scott Bessent, como secretario del Tesoro.
Bessent, en una entrevista con Fox Business a principios de este año, dijo que la criptomoneda “trata sobre la libertad y la economía cripto ha llegado para quedarse. Estos activos están atrayendo a los jóvenes, a personas que no han participado en los mercados”. Pero una de las promesas que más ilusiona a la industria y a los inversores es la posibilidad de crear una reserva estratégica de bitcoins en Estados Unidos. Trump mencionó este proyecto en junio, durante la conferencia Bitcoin 2024 que se celebró en Nashville, y ha calado profundamente en el sector, que se ha mostrado eufórico hacia este plan.
Una reserva estratégica es un conjunto de activos exteriores que están disponibles de inmediato y bajo el control de las autoridades monetarias para suplir a las necesidades de financiamiento de la balanza de pagos, para intervenir en los mercados cambiarios con el fin de influir sobre el tipo de cambio, por ejemplo.
De este modo, una reserva de bitcoins se asemejaría, a equivalente a las reservas de oro y de divisas extranjera que poseen los bancos centrales, aunque también existen reservas estratégicas de materias primas básicas como el petróleo.
La criptomoneda pionera se incorporaría en el mix de activos que el país norteamericano tiene en su balance, con el objetivo de diversificar las reservas. El proyecto no está claro y todavía hay muchas especulaciones sobre el asunto, empezando por la cuestión básica de qué autoridad sería la responsable de gestionarla: si la Reserva Federal u otra institución. Y la no menos importante de cómo se paga: la opción de comprar bitcoin podría hacerse desde vendiendo otros activos, como oro o bonos, aumentando deuda o ampliando el balance de la Reserva Federal, operación que se conoce coloquialmente como “imprimir dinero”.
Dentro de esta reserva se incluirían también los bitcoins que la administración de Estados Unidos ha incautado hasta ahora: unos 208.109, por un valor de casi 20.000 millones de euros al precio de mercado actual. Entre estos figuran las criptomonedas confiscadas en 2013 a Ross Ulbricht, el fundador de Silk Road, una dark web que operaba exclusivamente en bitcoin y que los usuarios usaban para traficar droga y contratar sicarios, entre otras. Durante la campaña electoral Donald Trump prometió conmutar su sentencia a cadena doble perpetua una vez llegado a la Casa Blanca.
La propuesta más concreta hasta ahora es la de la senadora republicana procripto Cynthia Lummis, que presentó su Bitcoin Act of 2024 (Boosting Innovation, Technology, and Competitiveness through Optimized Investment Nationwide Act of 2024) en el Senado norteamericano. Este proyecto prevé que el Tesoro y la Reserva Federal compren 200.000 bitcoin cada año durante cinco años, hasta llegar a un millón de unidades, que se custodiarían durante un mínimo de 20 años: esto supondría un 5% del suministro total de bitcoin, que es de 21 millones. La idea es que esta reserva sirva como cobertura contra la devaluación del dólar estadounidense, para fortalecer el balance de Estados Unidos y respaldar futuras emisiones de deuda.
El mecanismo propuesto en la ley para comprar la criptomoneda tiene dos vertientes: por un lado, el excedente que las Reservas Federales devuelvan al Tesoro (es decir, los beneficios del sistema de bancos centrales de Estados Unidos) se usaría para comprar bitcoin. Por otro, propone que los bancos centrales de cada estado revalúen los certificados de oro que posean para reflejar el valor del metal al mercado actual: posteriormente, deberán entregar la diferencia al Tesoro y con esos fondos comprar bitcoins. Como explica Noelle Achenson, autora de la newsletter Crypto is Macro Now, la Fed tiene en su balance certificados que representan el oro mantenido por el Tesoro y valorados en aproximadamente 10.480 millones de euros. No obstante, este valor se basa en un precio legal que se ha mantenido constante en los 42.2222 dólares por onza desde 1973. Si se valorara a precios actuales, el oro almacenado valdría unos 643.400 millones de euros.
Más allá de la administración central, los estados también se están moviendo para tener sus propias reservas en bitcoin. Mike Cabell, miembro de la Cámara de Representantes de Pennsylvania, presentó un proyecto de ley para la creación de una reserva estratégica de bitcoin para permitir a la tesorería del estado invertir hasta el 10% de sus fondos en bitcoin. El objetivo para este legislador es que la criptomoneda sirva como cobertura contra la inflación. No obstante, se desconocen los detalles de la normativa.
El Salvador ha sido pionero en crear una reserva estratégica de esta criptomoneda. De hecho, el país centroamericano fue el primero en adoptar el bitcoin como moneda de curso legal en septiembre de 2021, y ha adquirido hasta 5.944 bitcoin, valorados en más de 557 millones de euros al precio actual del mercado, según el Bitcoin Office del país. A esto se suma el reino de Bután, que posee 12.218 bitcoins, valorados en uno 1.144 millones de euros, según datos de la firma Arkham Intelligence. Esta detalla que la fortuna de este criptoestado proviene de las operaciones de minado de bitcoin (aprovechando la orografía para la generación de energía eléctrica) efectuadas por el brazo inversor del país, el conglomerado estatal Druk Holdings.
Otras naciones que poseen la criptomoneda pionera la acumularon especialmente a través de confiscaciones, como es el caso de Estados Unidos. Pero más allá del país norteamericano, otros estados han ido reuniendo bitcoin en estos años: Reino Unido, de hecho, tiene cuenta con 61.245 tokens, por un valor de más de 5.700 millones de euros.
Los expertos también señalan a China como uno de los mayores tenedores de esta criptomoneda. En noviembre de 2020, las autoridades confiscaron 194,775 bitcoin a miembros del esquema ponzi PlusToken, un fraude piramidal que operaba en el país asiático y que prometía a sus víctimas “rendimientos constantes” de doble dígito. Los autores de esta estafa recolectaron criptomonedas por valor de miles de millones de dólares, que luego utilizaron para comprar propiedades y autos de lujo para ellos mismos o sus familiares. No obstante, no está claro si China todavía posee estos bitcoin incautados o si los ha vendido, según explica Arkham.
Los expertos consultados discrepan sobre la posibilidad de que este proyecto se lleve a cabo. Luis Garvía, director del máster de riesgos de Icade, es tajante: “Me parece absolutamente razonable que cualquier gobierno tenga una parte de sus reservas en bitcoin. La diversificación es muy importante”, espeta. Carlos Salinas, profesor del máster en blockchain e inversión en activos digitales del IEB, considera que la promesa de crear una reserva de bitcoins es uno de los principales impulsores del precio del activo ahora. No obstante, duda de que EE UU pueda llegar a acumular tal cantidad de bitcoin, aunque no lo excluye del todo. Y, si viera luz, otras naciones como Rusia, China, Brasil o la India no querrán quedar fuera: “En los últimos máximos de bitcoin en 2021 veíamos el FOMO [miedo a quedarse fuera, fear of missing out en inglés] del minorista, pero en esta fase alcista actual estamos con el FOMO institucional y no sabemos cuán grande puede llegar a ser”, avisa.
Por su parte, Javier Molina, analista senior de mercados de eToro, duda de que el bitcoin pueda llegar a considerarse una reserva de valor como el oro y que se asista a una gran adopción gubernamental, tanto en el medio como en el corto plazo: “Aunque la idea de que bitcoin pueda algún día desempeñar un rol similar al del oro como reserva de valor a modo de “oro digital” puede resultar interesante, considero que estamos aún lejos de ver una carrera de reservas digitales a nivel de gobiernos”, afirma.
David Tercero-Lucas, profesor de Economía en la Universidad Pontificia de Comillas – ICADE, especializado en criptoactivos y monedas digitales, destaca que, aunque bitcoin comparte ciertas características con activos tradicionales como el oro, por ejemplo su escasez y su independencia de entidades centralizadas, carece de otras esenciales típicas de activos de reserva confiables. “El oro tiene un historial milenario como refugio de valor, es ampliamente aceptado y posee usos industriales que refuerzan su utilidad. Las divisas, como el dólar, están respaldadas por estados y sistemas financieros robustos. Bitcoin, por su parte, es extremadamente volátil y su valor depende más de expectativas especulativas que de fundamentos tangibles”, afirma.
Por ello, según el experto, vender oro para comprar esta criptomoneda es arriesgado, especialmente porque su capacidad de servir como reserva estratégica en contextos de crisis aún no se ha validado a largo plazo. Asimismo, señala que la idea de que este activo no se pueda vender hasta dentro de 20 años, uno de los requisitos incluidos en el Bitcoin Act, no aporta resiliencia financiera en el corto plazo y contradice el propósito de una reserva estratégica, que debería estar disponible para estabilizar la economía en situaciones de emergencia.