Al fin de los tiempos, el niño es un viejo
sentado a la sombra de su realidad
y desde la infancia, como en un espejo,
desfilan las cosas que ya no serán.
Alberto Cortez
Arturo Suárez Ramírez / @arturosuarez
Hace unos días murió el beisbolista, ícono del deporte mexicano, Fernando “El Toro” Valenzuela que alcanzó su máximo brillo a principio de los años 80. Una época considerada un crisol de transformaciones, donde la cultura popular, el deporte y los movimientos sociales se entrelazaron de manera única. Un periodo marcado por contrastes, de la tragedia por el terremoto de 1985 que marcó la solidaridad ciudadana y universal hasta la euforia del mundial de fútbol un año después cuando Diego Armando Maradona levantaba la copa del mundo.
Como dicen los más grandes, era otro México, otro tiempo y otro ritmo, las actividades se paralizaban para ver lanzar desde la lomita al famoso “Toro” de Etchoguaquiña, la “fernandomanía” se había apoderado no solo de los Ángeles California, sino de todo nuestro territorio, por lo menos a los que éramos muy niños así nos sorprendió ese deporte y su “Serie Mundial”.
Algo parecido sucedía cuando Hugo Sánchez saltaba a la cancha, primero del Atlético de Madrid donde desde la tribuna los rivales y hasta los inconformes con la contratación le gritaban “indio” a grito pelón, y luego al Santiago Bernabéu del Real Madrid donde se consagró con sus goles, el respetable agitaba pañuelos blancos como pidiendo que al “Macho”, se le entregaran orejas y rabo. Hugo fue el más ganador con cinco Pichichis y un Botín de Oro.
No podía faltar Julio César Chávez, un boxeador sonorense que se abrió paso ante la adversidad y pronto se colocó como el más ganador. Lo mismo peleaba en las Vegas que en el estadio Azteca con localidades agotadas. Todos querían al campeón, el “Cesar” era amigo de los expresidentes Salinas y Zedillo. Un personaje, quizás más que los otros mostraron la vida de excesos a la que se sometió.
En otro frente Rodolfo Neri Vela se convirtió en el primer mexicano en viajar al espacio exterior. Su misión, realizada a bordo del transbordador espacial Challenger en 1985, representó un gran logro para la ciencia y la tecnología nacional, inspirando a generaciones de jóvenes a soñar con alcanzar las estrellas.
Ellos tienen un lugar aparte en la cultura popular de aquella década en que se buscaba identidad y de estereotipos dictados por unos potentes medios de comunicación, en particular la televisión y sus contenidos como la nueva ola del rock en español y la música disco inundaron las radios y las pistas de baile, era la época de ver «Cuna de Lobos» y programas como «Chiquilladas». Se pasó del cine de ficheras a mirar, a regañadientes «Rojo Amanecer» que denunciaba aquellos hechos de Tlatelolco de 1968. Bueno como estaba la situación que incluso también se habla de la controvertida historia de las elecciones presidenciales de 1988 que envolvieron en misterio a Manuel Bartlett y Carlos Salinas de Gortari, ocasión en que por primera vez existió la posibilidad de que el PRI perdiera una elección. Los jeans ajustados, las hombreras y los colores neón definieron el estilo de la época.
La década de los 80 dejó un legado cultural y deportivo invaluable en la música, el cine y la televisión que siguen siendo referentes para las nuevas generaciones. Además, el espíritu de solidaridad y resiliencia demostrado tras el terremoto de 1985 marcó un antes y un después en la historia, aquellos años donde se jugaba a ser grandes y lanzar una curva como Fernando, meter un golazo como Hugo, meter un buen recto como Julio Cesar, o tocar las estrellas como Rodolfo…
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Hasta la próxima.