En México el poder es más codiciado que la riqueza.
Si es usted millonario, le será difícil —casi imposible—
pasar de los negocios a la política.
En cambio puede usted pasar de la política a los negocios.
Octavio Paz
Arturo Suárez Ramírez / @arturosuarez
Claudia Sheinbaum llegó a la presidencia de México con una legitimidad incuestionable: 36 millones de votos, una mayoría legislativa a su favor y el respaldo de un movimiento político que ha transformado el país en los últimos años. En teoría, su primer año de gobierno debería ser una etapa de consolidación, en la que las reformas estructurales fluyan sin obstáculos y el impulso de la Cuarta Transformación se mantenga sin sobresaltos. Sin embargo, la realidad ha demostrado ser más compleja.
Las crisis heredadas de la administración de López Obrador no tardaron en aflorar. La seguridad sigue siendo un desafío mayúsculo, la economía enfrenta incertidumbre ante la reconfiguración de los mercados globales, y la relación con el Poder Judicial se mantiene tensa. Pero más allá de estos problemas internos, el verdadero factor desestabilizador proviene del exterior: Estados Unidos.
Desde Washington, la administración de Donald Trump ha dejado claro que México no tendrá un respiro en los temas que más preocupan a la Casa Blanca. La lucha contra el narcotráfico, la crisis migratoria y los acuerdos comerciales han sido utilizados como herramientas de presión. Las recientes declaraciones de funcionarios estadounidenses sobre la presencia de cárteles, las investigaciones sobre posibles vínculos de políticos mexicanos con redes criminales y la exigencia de una mayor cooperación en seguridad han complicado el arranque del gobierno de Sheinbaum.
Sin duda la peor decisión de Andrés Manuel López Obrador fue no combatir al narcotráfico, darles manga ancha y mantener una actitud sospechosa de complicidad al no asumir la responsabilidad de combatir a los grupos criminales. Ante las críticas, se escudó en la estrategia del complot, dijo que era la derecha y los neoliberales que inventaban, para desestabilizar su gobierno.
Esa es la maldita herencia y en Estados Unidos lo saben. Pero no es nuevo, los embajadores Christopher Landau y luego Ken Salazar lo denunciaron, dijeron que de este lado no se estaba combatiendo a los cárteles de la droga.
Desde la campaña de Trump prometió que iba a ir por los cárteles mexicanos, ya sabemos que de aquel lado no hacen su trabajo para capturar a sus narcos y no hay campañas efectivas para evitar el consumo, pero eso parece ser no relevante para el republicano que ya cumplió su palabra y siete cárteles ya fueron catalogados como grupos terroristas, lo mismo hizo Canadá. Y es que las acciones para ir por ellos son una exigencia que se suma a la presión del 25% de aranceles y más efectivos para la frontera.
Hasta ahí nada nuevo, las presiones se van a seguir incrementando por los sobrevuelos de drones e incursiones a nuestro territorio que, según la presidente, se dan en un marco de colaboración, pero cuando se llevaron a Ismael “El Mayo” Zambada no le avisaron al gobierno mexicano, no le tuvieron la confianza y aunque han pedido explicaciones no se las han dado.
La presión que viene por parte de Washington y su inquilino es entendible, lo que es inverosímil es la presión y exigencias de Ismael Zambada al gobierno de Claudia Sheinbaum, quien acepta que va a hacer todo lo posible por repatriarlo y que sea aquí donde se le juzgue y en todo caso cumpla su condena.
La carta que mandó Zambada García a la presidente, resulta hasta amenazante, quizá la información que tiene resulte en pruebas que pongan a temblar a más de uno, de los malosos por supuesto y de los posibles políticos con relaciones peligrosas que por eso se atreve a dar a conocer una especie de ultimátum.
En asunto no lo van a soltar en Estados Unidos y ahora no le conviene hacerse a un lado a Claudia Sheinbaum. Claro que se trata de un mexicano sacado del país y luego entregado en EU, solo por eso debe haber una investigación y pedir su repatriación, pero vamos Zambada no es un ciudadano común, es uno de los narcotraficantes más poderosos del mundo.
Como están las cosas que, al insoportable de Noroña, el mismo que destila soberbia, se le terminó y en el Senado de la República el embajador de Canadá le dijo que también ellos designarían a los cárteles como terroristas. Poco a poco van pavimentando el camino no solo en la guerra comercial, sino en una posible incursión para venir por esos grupos.
No pueden ocultar qué hay preocupación en Palacio Nacional y sienten la presión por parte de EU y Canadá, a los que se suma la delincuencia organizada, que de una u otra forma piden que el gobierno los proteja. Maldita herencia… pero mejor ahí la dejamos.
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Hasta la próxima.