La carrera militar con armas nucleares
es como dos enemigos frente a frente
con bidones de gasolina y fuego.
Carl Sagan
Arturo Suárez Ramírez / @arturosuarez
Luego de la Segunda Guerra Mundial y sobre todo de la caída de las bombas en Hiroshima y Nagasaki se propuso la búsqueda constante de la paz, una utopía para un fenómeno que ha acompañado a la humanidad. Para ello se hicieron instituciones que buscaron el diálogo como la ONU, el FMI, BM, el Tribunal de Nuremberg y el Tribunal de Tokio, la OTAN y otras más. Hoy en pleno siglo XXI metidos en un conflicto entre Irán e Israel en los que varios meten las manos como Estados Unidos y Rusia, debemos preguntarnos ¿Qué tanto se ha avanzado en una paz permanente?
En las últimas semanas se nos ha aparecido un espectro del pasado, un temor propio de la Guerra Fría, una guerra nuclear con los horrores y consecuencias de aquellas ciudades de Japón a las que “Little Boy” y “Fat Man” (nombres de las bombas) las trastocaron para siempre en 1945. La tensión entre Israel e Irán, han revivido esa posibilidad que sigue latente ya que los ataques con drones, misiles, declaraciones incendiarias, sabotajes, asesinatos selectivos y más podrían salirse de control, sí, más de lo que está.
Se estima que la bomba de Hiroshima dejó hasta 200 mil muertos, entre directos y los que perecieron por sus estragos, una verdadera tragedia para la humanidad. Por eso viene bien y a colación un libro que leí hace años y me impactó por imaginar aquellos horrores, se trata del ensayo del científico norteamericano Carl Sagan, “El Invierno Nuclear” publicado en 1983. Su mensaje debe releerse, discutirse y enseñarse en el contexto actual, sobre todo en la era de la inteligencia artificial donde aparentemente no hemos resuelto el dilema de sobrevivir a nuestra propia tecnología.
Ahí el astrofísico advirtió sobre la catástrofe que no solo alcanzaría a dos o tres países involucrados en un conflicto, las consecuencias serían para todo el planeta, un desastre medioambiental, ciudades incendiadas, millones de toneladas de humo y desechos flotando en el ambiente bloqueando la luz solar y con ello cayendo las temperaturas, lo que significaría contaminación de mares y ríos, cosechas fallidas y pocas opciones alimentarias, hambruna lo que desataría nuevos conflictos, “una noche que podría durar meses”.
Insisto, se deben escuchar las advertencias de la ciencia, aprender de la historia, de los errores y horrores, la guerra nuclear no es negociable, no es contenible porque resultaría una sentencia para la humanidad. No tardaremos en saber hacia dónde va el conflicto entre Irán e Israel, cuáles son sus dimensiones, qué otros países con sus líderes se inmiscuyen, pero quién sabe si veremos el desenlace y no es pesimismo estimado lector.
Carl Sagan decía sobre un invierno nuclear, “no morirían solo los enemigos”, un pensamiento fácil o distante, incluso por la geografía, “moriríamos todos”. Qué duda cabe, la vida, la que sobreviva claro, no volvería a ser la misma, la única forma de escapar es evitándola…
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Hasta la próxima.