Los impactos de la crisis climática y la globalización han dejado a los agricultores de Europa marginados y vulnerables a los políticos populistas, de acuerdo con varios activistas y académicos.
Si la transición a una economía baja en carbono no se financia, planifica y ejecuta adecuadamente, se corre el riesgo de alimentar un resurgimiento de la extrema derecha en todo el continente.
En los últimos años, los agricultores de Europa occidental han luchado cada vez con mayor ferocidad contra las políticas para proteger el planeta que, según dicen, les cuestan demasiado. Desde los Países Bajos, donde la reacción ha sido más fuerte, hasta Bélgica, Francia, España, Irlanda, Alemania y el Reino Unido, las protestas han provocado que convoyes de tractores obstruyan carreteras y puertos, que los agricultores ocupen las capitales e incluso que las vacas sean llevadas a las oficinas de los ministros del gobierno.
Estos movimientos han sido impulsados por las quejas genuinas de los agricultores, que dicen que la carga de pagar más por su contaminación es un paso demasiado lejos, después de que una crisis energética y una pandemia dejaran a muchos luchando para llegar a fin de mes. Dicen que se sienten sobrecargados por las reglas e infravalorados por los habitantes de la ciudad, que comen los alimentos que cultivan sin ningún interés en saber de dónde provienen.
En las últimas décadas, el número de pequeñas explotaciones agrícolas en toda Europa ha disminuido a medida que los conglomerados las absorbían, mientras que el aumento de la libertad de movimiento de la UE ha provocado una fuga de cerebros que ha diezmado a las comunidades rurales.
Como resultado de estos factores, los agricultores han recibido un apoyo cada vez mayor de una serie de grupos populistas y de extrema derecha, desde el partido Alternativa para Alemania (AfD) hasta el Movimiento Ciudadano Campesino (BBB) en los Países Bajos.
Las elecciones al Parlamento Europeo de septiembre condujeron a una decidida inclinación hacia la derecha, con el 25% de los eurodiputados ahora de la extrema derecha, el nivel más alto jamás registrado.
Nick Lowles, director ejecutivo del grupo antirracista británico Hope Not Hate dijo: «Lo que hemos visto (…) debería servir como una señal de advertencia para la clase política: la necesaria transición rápida hacia una economía sostenible y baja en carbono tiene que estar adecuadamente financiada, planificada y equitativa y no hacerse a expensas de los trabajadores».
Lowles, que trabaja en estrecha colaboración con grupos antirracistas en todo el continente señaló que lo que está en juego no podría ser mayor, ya que los grupos populistas y de extrema derecha lograron grandes avances en las recientes elecciones en Reino Unido y el resto de Europa.
«Nuestra encuesta realizada a 15.000 personas en toda Europa muestra que la gente está fundamentalmente harta de la política y de los políticos y no confía en que estén de su lado. Esto hace que sea aún más importante que esta transición [hacia un futuro con bajas emisiones de carbono] se haga con las personas y para las personas y no es algo que sientan que está siendo impuesto injustamente por una clase política remota».
Según el escritor y académico Richard Seymour, cuyo último libro, Disaster Nationalism, examina cómo la extrema derecha está capitalizando las crisis económicas y el caos climático, los pequeños agricultores que se tambalean por los golpes de la globalización, el cambio climático y los altos precios de la energía son parte de una tendencia más amplia.
Seymour afirmó que: «Para los agricultores, todo este resentimiento requiere un objetivo. Pero muchas de las cosas que están causando el daño –la globalización, el capitalismo, el cambio climático– son abstractas; No se puede llevar el cambio climático a los tribunales, no se puede disparar a la globalización… Pero las teorías de la conspiración y las narrativas de extrema derecha te permiten identificar a algunos individuos o grupos específicos -marxistas culturales, globalistas, musulmanes- que te están perjudicando, ese es el atractivo».
Los agricultores con «movilidad descendente» -aquellos que han visto disminuir su nivel de vida y su posición social durante sus vidas- son particularmente susceptibles, según Seymour. «La sensación tóxica de fracaso, la sensación de ser golpeado por estas fuerzas globales, la sensación de haber sido abandonado, traicionado, cuando tradicionalmente tenías algún tipo de estatus, es una mezcla tóxica y ahí es donde entra la extrema derecha».
En los Países Bajos, el BBB, un partido conservador rural creado en 2019 que quiere restringir el poder de la UE y rechaza algunas de las medidas medioambientales introducidas por el gobierno holandés, tiene ahora dos ministros en el gobierno nacional.
En España, donde las olas de calor y las sequías han convertido al aceite de oliva en el producto de supermercado más robado, el ultraderechista Vox ha utilizado las protestas para justificar su oposición al Pacto Verde Europeo, diciendo que amenaza la viabilidad de las zonas rurales que se están vaciando rápidamente, mientras que en Alemania, AfD y grupos con puntos de vista aún más extremos y antidemocráticos han expresado su apoyo a los agricultores y a las protestas. En Francia, la ultraderechista Agrupación Nacional aprovechó las protestas en una campaña contra la «ecología punitiva» que les dio grandes victorias en las elecciones europeas, pero no tuvo éxito en las elecciones nacionales anticipadas que siguieron. CH