Nos ocupa en esta colaboración, observar los factores que ayudan a que nuestra economía crezca a ritmos del 3% o incluso, a la espera de los datos definitivos, algo superior, mientras Europa lo hace a un ritmo del 0,9%. Es algo que no se entiende desde la calle, donde esos logros macroeconómicos escasamente se perciben en las economías familiares o en las pequeñas empresas ¿Qué hay detrás de esas cifras?
Se deja atrás el 2024, con unas cifras de crecimiento que siguen sorprendiendo a Europa, pero que encierran muchas incógnitas, la principal de ellas intentar ponerle nombre a los diferenciales que hacen que ello se venga produciendo. También, si los mismos permiten la suficiente consistencia para asegurar que persistan no solo en el corto plazo, donde la inercia lo hace probable, sino en el medio y largo plazo cuando ante la carencia de reformas estructurales, más factibles en años donde el viento ha soplado más a nuestro favor, nublen un futuro que, por mucho que queramos alejarlo, siempre no deja de estar a la vuelta de la esquina.
Estos diferenciales, pueden tener sus causas en factores que vamos a ir destacando. Si bien la inflación ha ayudado a un mayor crecimiento de las cifras, ello es algo que ha ocurrido en mayor o menor medida en el resto de países europeos que no se vieron libres de su presencia, por lo que no la consideramos a efectos de nuestros diferenciales con aquellos. Sí se nos antoja ostensible que la guerra de Ucrania ha resultado para España más lejana en sus consecuencias. Afectándonos menos la subida de los costes de la energía, en nuestro caso con el añadido de la capacidad de sustitución por fuentes alternativas, donde España cuenta con fortalezas ligadas a las energías renovables y a la autosuficiencia que se han hecho notar. Llegando a ser estos costes hasta un 27% más bajos que en Europa.
El consumo público, para que nos entendamos gasto público. En nuestro caso exacerbado hasta dispararse un 5,2% en 2023, y debe haberlo hecho por encima del 4% en el último ejercicio. De forma, son datos del IEE (instituto de Estudios Económicos), que este consumo público ha sumado 3,6 puntos porcentuales al crecimiento económico desde la pandemia, creciendo tres veces más que el PIB y consolidándose como elemento estructural en el Presupuesto, lo cual limita el margen de maniobra de la política fiscal y compromete las inversiones necesarias. Según este organismo, esta variable ha sumado cerca de un punto porcentual del PIB al crecimiento económico del 2023 y también de 2024. Cifras de crecimiento por este concepto que no se vienen produciendo, con escasas excepciones, en Europa.
El caso de los fondos europeos, se estima que el aporte al crecimiento vinculado al Plan de Recuperación Transformación y Resiliencia (PRTR) debería haberse acercado al 1% en el 2024, algo que se duda por el muy reducido ritmo de ejecución de estos fondos en el mismo (a primeros de diciembre, lo ejecutado no llegaba al 22% del total presupuestado para el ejercicio), muy por debajo de los dos años anteriores. En el 2023, según el B.E. esta aportación pudo alcanzar el 0,7%, similar al año precedente. El ministro de Economía afirma que ya se han adjudicado más de 44.000 millones de los cerca de 80.000 subvencionados, un 63%. De sumarse los 80.000 millones adicionales de préstamos solo se habría aprovechado hasta ahora un 25% de los fondos, quedando dos años de los seis que estaban previstos para ser adjudicados. Es algo, qué queramos o no, está teniendo su peso en el crecimiento diferencial de nuestra economía que, junto con Italia es la mayor destinataria de estos fondos.
La aportación de la inmigración, su incorporación a la economía española manteniendo el empleo, aumentando el consumo, rejuveneciendo a la población y aligerando el déficit de la seguridad social. Los ocupados con doble nacionalidad y extranjeros, más de 1,3 millones, explican el 70,7% de toda la creación de empleo desde finales del 2019, y un 40% del empleo nuevo. Suponiendo, según datos de UGT, cerca del 10% del consumo de las familias. Parece manifiesto que la hipótesis de crecimiento a medio y largo plazo del Gobierno pasa por ampliar la población activa a unos ritmos de 300.000 al año, lo que supone introducir en la práctica cerca de medio millón de personas todos los años desde el exterior. Lamentablemente el destino de esta ocupación es en sectores de menor productividad y valor añadido.
Otro factor que resulta importante para nuestro crecimiento diferencial sobre el de los vecinos europeos, son las exportaciones, cuyo peso en el PIB ha aumentado en 13 puntos porcentuales en estos últimos años, constituyendo este aumento diferencial muy superior al de otras grandes economías de la eurozona. En 2023 el peso de las ventas exteriores en el PIB era mayor en España que en Italia o Francia y solo estaba 9 puntos porcentuales por debajo del observado en Alemania, la mistad que en 2008. En los tres últimos años las exportaciones se han incrementado un 21,3%, más del doble que las importaciones y su peso en el PIB ha pasado del 26% al 39%, más de 13 pp.
También, en el caso del sector turismo, este supuso el 12,3% del PIB español en el 2023 y el 11,6% del empleo total de la economía, con un crecimiento de 0,9 puntos respecto al 2022. Siendo previsible que en el 2024 se hayan batido esas cifras y que el peso del sector alcance ya el 12,5% del PIB. En el caso del sector servicios, que engloba al anterior, vuelve a tener un peso récord en la economía españolade casi el 70%, un 68,5%, tras superar por primera vez el billón de euros. En serie histórica del Instituto Nacional de Estadística (INE), que arranca en 1995, el sector terciario sólo alcanzó este porcentaje entre 2012 y 2014. Es evidente que, estando a la cabeza de Europa en el epígrafe, existe también una aportación diferencial sobre el resto de la zona euro a nuestro crecimiento.
En la industria, en momentos en que corren malos aires para el sector en Europa, la contribución de la nuestra al PIB ha caído siete décimas en el 2023, hasta el 15,2%, aumentando de nuevo la brecha con los servicios. Es el único sector que ha perdido peso en la economía española en el año. De hecho, era la primera vez en cuatro años que ocurre. De las cinco economías más grandes de Europa es Alemania donde el sector pesa más: 23,1%, le siguen Italia con un 20,5%, los Países Bajos con un 17% y Francia con el 16,9%. La media de la UE en el 20,3%. Este menor peso en nuestro caso se convierte en diferencial positivo cuando la industria en Europa anda gripada. Es decir, nuestro menor peso industrial revierte comparativamente en una ventaja, al recaer en nuestro país sobre otros sectores sobre los que recaen tiempos de bonanza contribuyendo más al crecimiento del PIB en ese porcentaje que pierde la industria. Aunque, hay que destacarlo, son factores que aportan menor valor añadido.
Parece evidente concluir a raíz de lo expuesto, que en la coyuntura actual hay factores que favorecen en nuestro caso un crecimiento superior al del resto de las economías fuertes de la eurozona. De hecho, es importante la persistencia que pueden tener los mismos en el nuevo ejercicio económico que se abre con el año. De entrada, vamos a contar con el impulso que suponen el crecimiento fuerte de los últimos trimestres del año. Normalmente se convierten en inercia para los primeros trimestres del nuevo. No es de extrañar por ello que contemos con una previsión de crecimiento para el mismo que oscila entre el 2,2% y 2,4% que, sin dejar de ser estimable, ya representa un punto de inflexión a la baja con respecto a los dos años precedentes.
Así pues, se hace observable una reducción de nuestro crecimiento hasta un 2,4% en el 2025 (tomamos el porcentaje más optimista) y, ello esperando que se cumplan unas previsiones ajenas siempre a factores geopolíticos cambiantes. Las de crecimiento para Europa según OCDE son del 1,3%, 1,8% para las economías avanzadas y del 3,2% para la economía mundial. A la vista de ello, estamos perdiendo nuestra ventaja comparativa con nuestro entorno europeo: diferencial en 2024 de 2,1% que quedaría reducido en 2025 al 1,1%. Cuando, además, nuestras carencias estructurales, no se han aprovechado estos años de cierto auge para intentar corregirlas, nos van a pasar factura en el futuro cercano. Son remoras tanto el débil crecimiento del PIB per cápita por el rápido incremento de la población y sectores de baja productividad, así como los desajustes en el mercado de la vivienda y el laboral, que no solo afectan a la productividad sino a la renta disponible de las familias. Todo ello vaticina que ese diferencial llamativo que venimos manteniendo con el resto de países de la zona euro, sea algo efímero y meramente coyuntural.
Hasta ahora unos datos de crecimiento que no se viene traduciendo en una percepción de mejora en las economías domésticas y pequeñas empresas. Desacople que tiene una de sus causas fundamentales en que ese aumento del gasto no se destina a incentivar aquellas, fomentando la inversión en la economía productiva, en el I+D que redunda en la productividad y aligerando la presión fiscal y costes laborales, desmedido aumento cotizaciones sociales, que ahogan a estos colectivos y afectan a su renta disponible. La principal causa de ese desacople, sin entrar en otros factores de influencia, tiene efectivamente mucho que ver con una presión fiscal que es 17,8% superior a la media de la UE-27; en el impuesto de sociedades el 29,8% más elevada, mientras que la cuña fiscal IRPF más cotizaciones sociales llega al 59,5% ante el 47% de media de la UE-27. Y lo que se considera un impuesto más, no haber deflactado las tarifas de estos impuestos ante la elevada inflación padecida en los últimos años que, sin embargo, cuyo efecto tanto ha inflado las cifras de crecimiento, ello dando lugar a que, entre enero y noviembre del 2024, los grandes tributos estatales recaudaran un 38% más de lo que se recaudaba en 2019.
Además, a pesar de ese espejismo del crecimiento seguimos teniendo un porcentaje de paro 11,2% (puede incorporar una tasa de maquillaje de 5 puntos desde la reforma), que dobla al europeo 5,9%. En el caso del paro juvenil del 26,9% según el INE, tasa en la que estamos a la cabeza de Europa. En renta per cápita somos el decimotercer país de la UE, habiendo crecido la brecha con la media comunitaria un 37% con una distancia que pasó desde los 2.720 a los 3.720 euros en 2023. Lo que demuestra, prácticamente no ha subido en los últimos años, que en nuestro país no hay correlación entre el crecimiento total y lo que perciben de media sus ciudadanos.
En índice de miseria, que publica el Instituto Juan de Mairena a cierre del 2023, y frente a un promedio de 9,5 puntos de la UE-27, España alcanzó un resultado de 15,2 puntos, convirtiéndonos en el país de la unión europea con mayor nivel de miseria económica, superando la media de aquella en un 60%, debido entre otros factores al débil crecimiento de nuestra productividad por hora en el comparativo europeo y la disminución de la jornada media real de trabajo del 3,4% en nuestro país y solo del 2% en Europa. Curioso cuando se intenta disminuir por ley esta jornada. En 2023 las persona en riesgo de pobreza o exclusión social alcanzaron en España el 20,2%, siendo en tercer país de la UE con más riesgo de pobreza y exclusión social.
El inmenso problema social y económico de la vivienda y alquileres con precios desorbitados, ante la falta de oferta y exacerbada demanda, sin visos de solución acorto plazo e, incluso a medio, lo que tiene, efectivamente, una vertiente económica preocupante al poder frenar el crecimiento de la población evitando su movilidad hacia los lugares que ofrezcan más oportunidades de trabajo, algo afectando fuertemente, lo puede estar haciendo ya, al desempleo estructural.
También lo es la productividad, debilidad endémica en nuestro caso, siendo otro factor que hace que no estemos logrando converger en renta per cápita con Europa, habiendo caído desde comienzos de siglo más de un 7% según el Observatorio de la Productividad y Competitividad de España (BBVA). La del empleo por hora trabajada solo ha crecido un 0,7% en este largo periodo, pero, lo que es más grave, la de capital o activos fijos, motor para el crecimiento y sostenibilidad futura de las empresas, ha retrocedido un 1,2% anual.
En el caso de España, un país donde se alternan temperaturas extremas en invierno y verano, cobra importancia el índice de pobreza energética, donde también, faltaría más, venimos suspendiendo. Uno de cada seis españoles no puede mantener su casa a una temperatura adecuada por falta de recursos. Porcentaje que se ha incrementado en 10 puntos porcentuales desde 2019. Siendo asimismo el mayor porcentaje de la serie histórica, que comienza en 2007. Teniéndonos que remontar al 2014 para encontrar el segundo peor indicador -11,1%.
Como vemos, no podemos sacar pecho ni tirar cohetes por los datos de crecimiento, la trastienda encierra demasiadas y serias incertidumbres. CH