La sequía que azota la Península desde hace meses pone en alerta a la industria de los alimentos y las bebidas, que alerta de una potencial escasez de productos. Así lo pone de manifiesto la principal patronal del sector, FIAB, que dice que la falta de precipitaciones “está teniendo un fuerte impacto en la agricultura y la ganadería y, por tanto, en la industria elaborada de alimentos”.
La patronal defiende que la industria alimentaria lleva “años” optimizando y reduciendo el consumo de agua en todos los procesos sin comprometer la seguridad alimentaria. Por ello, pide un “tratamiento especial” dadas las “circunstancias tan graves”, y tener acceso preferente al agua “para poder garantizar un suministro estable y seguro de alimentos y bebidas”, dice en un comunicado el director general de FIAB, Mauricio García de Quevedo.
Entre tanto, FIAB reclama impulsar el uso de recursos no convencionales de agua, como la reutilización y la desalación, “indispensables para mitigar los efectos del cambio climático”, y también desarrollar un plan hidrológico que contemple nuevas interconexiones y trasvases entre cuencas, “así como de planes de inversión en ampliaciones, desarrollo y modernización de infraestructuras de almacenamiento de agua y de riego”.
Los fabricantes y distribuidores alertaron antes del verano de cómo la ausencia de lluvias podría echar abajo las expectativas de una relajación en las subidas de precios, a la vista del alivio en algunas de sus principales partidas de costes en comparación con los niveles que llegaron a alcanzar en 2022. Con el último dato del IPC de julio, son 16 meses seguidos de incrementos en los precios de los alimentos a dobles dígitos. Especialmente grave es la situación del sector aceitero, extremadamente dependiente de las preciciptaciones. La escasez de las mismas ya llevó a una última campaña de producción de mínimos, y la próxima promete ser todavía peor. Algo que está disparando los precios en el campo y los lineales.
Según los Precios Medios Nacionales, estadística que elabora el Ministerio de Agricultura y que refleja los precios de salida de los alimentos de los almacenes, en el caso del aceite, de la almazara, el precio del virgen extra en la semana del 14 al 20 de agosto se había encarecido en origen un 120% respecto a la misma semana del año anterior, y el aceite de oliva virgen, casi un 90%. En los últimos dos meses, el alza es de un 20%.
En las tiendas, el precio medio del aceite de oliva va de los 8,16 a los 9,42 euros, según datos de la OCU; situándose sobre los 12 euros en algunas marcas. Este jueves, el ministro de Agricultura en funciones, Luis Planas, ha afirmado que “si ahora empezara a llover intensamente cuatro semanas, automáticamente los precios caerían en picado”.
Lo ha hecho en una entrevista en la Cadena Ser, en la que ha afirmado que el mercado lo regula “la ley de la oferta y la demanda” y que hay “campañas de mucha producción y precios bajos y campañas de baja producción y precios altos”. A su juicio, el alto precio del aceite “es un problema que no tiene una solución administrativa o política”. Con información de Cinco Días.