Cuando comprendes los detalles de la victoria,
es difícil distinguirla de la derrota.
Jean Paul Sartre
Arturo Suárez Ramírez / @arturosuarez
En pleno siglo XXI en la época de la inteligencia artificial y la carrera tecnológica que se vuelve vertiginosa, se presentan interrogantes pertinentes como ¿Por qué tienen credibilidad los adivinos, los brujos y otros seres que rayan en el engaño? ¿Por qué le transferimos la responsabilidad de pensar a los artefactos por más “inteligentes” que nos parezcan? ¿Por qué descalificamos a la ciencia para entrarle a seudociencias que han fracasado a lo largo de la historia?
Hace unos días, luego de una comida y una buena charla con un amigo, este me regaló un libro de Isaac Asimov, “Los Gases Nobles”, una edición de 1982. Desde hace años tenemos el gusto por la lectura de autores como Carl Sagan, Arthur Charles Clarke, Frank Herbert, o del cine de Stanley Kubrick y una larga lista. Con él y con otros crecimos leyendo “Dune”, “Contacto”, “Fundación” o “El Cerebro de Broca”, que decir de aquella extraordinaria serie “Cosmos: un viaje personal” que cautivó al mundo con sus 13 episodios en 1980.
Entonces es inevitable reflexionar ¿por qué no hemos alcanzado mayor nivel en los rankings de educación?
Aunque no se quiera debemos remitirnos a las políticas educativas que sigue el país y para ello deben tomarse como referencia las mediciones que se realizan a nivel internacional y no salimos bien librados. México obtiene el lugar 51 de 81 países evaluados con resultados inferiores a sus estándares en matemáticas, lectura y ciencias, de acuerdo con la Prueba PISA. Casi ningún mexicano obtuvo un alto rendimiento en matemáticas, alcanzando calificaciones de 5 y 6 en la prueba. Lo mismo en ciencias.
Pero además hay que decir que una sociedad no solamente informada, sino con conocimiento trascendental, el que perdura y además tiene uso práctico para formar criterio y criticar no les acomoda mucho a los regímenes asistencialistas. Ellos prefieren bajo nivel, aunque en la narrativa se busque abrir espacios para que más individuos acudan a centros de estudio, se busca el adoctrinamiento dictado desde el poder.
Por ello el pensamiento científico y critico es fundamental para el avance de las sociedades y el desarrollo de los países. Este tipo de pensamiento se basa en lo que aprendimos en la educación básica, el método científico, observación, el análisis y la experimentación, y fomenta una actitud crítica y abierta hacia el conocimiento que en la mayoría de las veces se contrapone con la demagogia. La ciencia no es democrática ni se “argumenta” con una tómbola y se rinde ante la evidencia.
Ahora que vivimos en el pleno desarrollo tecnológico, simplemente es la base de la innovación y el progreso, facilitando descubrimientos y avances que mejoran nuestra calidad de vida y eso solo puede lograrse con inversión y apostando a la formación de calidad. Un pensamiento crítico nos ayuda a tomar decisiones basadas en evidencia y no en creencias o suposiciones infundadas, mejor una aspirina que una limpia de huevo para aliviar el dolor de cabeza.
Usar el rigor de la ciencias duras y sociales nos ayuda a la solución de problemas complejos a través de métodos estructurados y sistemáticos ya que nos enseña a cuestionar y analizar información de manera objetiva, evitando caer en falacias o argumentos sin fundamento.
En lecturas como la de “Los Gases Nobles” de Asimov, uno puede encontrar disfrute y maravillarse un buen rato cambiando las hojas de papel, aprendiendo sobre un tema científico sí, pero cotidiano y dejar para después las respuestas del WhatsApp.
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Hasta la próxima.