El sentido del conocimiento, y, por tanto,
también la medida de su autonomía,
no se puede explicar de ningún modo si no es
mediante el recurso a su relación con el interés.
Jürgen Habermas
Arturo Suárez Ramírez / @arturosuarez
La fecha señalada en el calendario político de los Estados Unidos ha llegado, marcando el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca como el presidente número 47 del país. Este retorno, precedido por un mandato polarizante y una derrota en 2020 frente a Joe Biden, abre un nuevo capítulo que promete ser tan disruptivo como el anterior, si no más.
Trump, conocido por su capacidad de dominar el ciclo mediático, vuelve con una agenda que se vislumbra aún más radical, consolidando su papel como figura central en el Partido Republicano. Su estilo estruendoso, que divide opiniones entre sus seguidores incondicionales y sus detractores acérrimos, plantea preguntas cruciales sobre el futuro de la democracia estadounidense y el impacto de su liderazgo en el escenario internacional.
Uno de los puntos preponderantes de la agenda del presidente de EU está en la frontera que compartimos con ellos. Hasta ahora sigue la amenaza de las deportaciones masivas de miles de indocumentados, el cierre de las entradas a su territorio para impedir el tráfico de drogas particularmente de fentanilo, de personas y una larga lista delictiva.
Ahora Trump echa mano de personajes verdaderamente de mano dura como Marco Rubio, Ronald Johnson, James Vance, que no ven a México, a su gobierno y a la misma Claudia Sheinbaum con buenos ojos. Pero a esa lista hay que agregar a personajes tan poderosos en distintos frentes como Elon Musk, al mismo que le prometieron todas las condiciones para que instalara una planta de Tesla y al final, el manoseo entre el gobernador de Nuevo León Samuel García y el entonces presidente López Obrador enrarecieron la atmósfera y no se dio la inversión esperada.
Las últimas semanas han sido de tensión entre los equipos de Claudia Sheinbaum y el ahora presidente Donald Trump. Ahí está la historia de que trato le dio a Enrique Peña Nieto y a López Obrador. Por si fuera poco, está Marcelo Ebrard en el gabinete, el que le concedió todo lo que pidió y al final le tiró el manotazo con aquello que nunca había visto doblarse a alguien así (ese ha sido el papel de Marcelo, dentro y fuera del país), así que la presidente debería escuchar.
Por lo pronto las jugadas que vienen desde la oficina de Trump, han hecho que Sheinbaum Pardo de un ligero golpe de timón, que seguramente no tienen muy contento a su mentor, como aquello de buscar a los empresarios para enfrentar la renegociación de T-MEC y la posibilidad, que ahí está, de meterse en una guerra de aranceles.
Los empresarios, aunque de palabras cerraron filas con Sheinbaum en el tema del T-MEC, incluso también sostuvo reunión con empresarios canadienses, quienes también se encuentran preocupados por el futuro de sus economías.
Por eso la reunión con alcaldes y gobernadores de todos los partidos para cerrar filas en torno al gobierno de Claudia Sheinbaum, lo mismo ocurrirá en las cámaras, en todas las anteriores son mayoría. Así que no se desgarren las vestiduras porque el apoyo lo tienen y deben mostrarse profesionales, con altura y con visión, no se trata de resguardar su populismo y sus fracasos, se trata de el país frente a EU, para eso son gobierno y hay que dejar para después aquello del nacionalismo ramplón, cantando el Himno Nacional y con cultura no se les va a ganar la partida.
Es hora de ponerse serios para lo que viene, y eso incluye a la incipiente oposición, ellos también deben exigir que nos den, que le den a México el lugar que deben, el lugar de socio y respeto que no nos han dado. A pesar de todo Sheinbaum tiene respaldo… pero mejor ahí la dejamos.
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Hasta la próxima.