Millones de refugiados sirios en Europa celebran la caída del régimen sanguinario de Bashar al-Assad que, en 2011, resistió el movimiento contra las dictaduras conocido como Primavera Árabe y que se extendió por varios países musulmanes.
A Saleh N. se le caen las lágrimas de alegría, desde hace diez años vive refugiado en Sevilla, él salió huyendo de una guerra civil intestina en la que Bashar al-Assad, apoyado por el Kremlin, llevó a cabo una cacería contra todos los opositores al régimen. “Ahora solo quiero volver a mi país cuanto antes”, nos dice.
Ya nadie sostuvo al sátrapa ni Irán, ni Putin, con su apoyo económico y militar proporcionado. Esta vez, un nuevo alzamiento de grupos opositores rebeldes encontró el eco para su ofensiva que inició el pasado 27 de noviembre en Idlib, al noroeste de Siria. El líder de la insurgencia, Hayat Tahrir al-Sham, prometió que llegaría a Damasco y mataría a la familia al-Assad.
De Idlib, se movieron hacia el sur, para capturar Deraa, justo la ciudad en la que surgió en 2011 el levantamiento contra la dictadura reinante; una que pasó de padre a hijo: tras la muerte del dictador, Hafez al-Assad en junio de 2000, Bashar asumió la presidencia en julio de dicho año.
En su avanzada, los grupos rebeldes fueron sumando apoyo tanto por el norte, como por el sur, hasta llegar a Damasco en la madrugada del domingo ocho de diciembre. Demoraron doce días en arribar a la capital y no encontraron casi resistencia.
Al-assad y su familia huyeron en su avión privado hacia Moscú invitados por el dictador ruso, Vladimir Putin, tras ofrecerles asilo. Putin durante más de una década proporcionó ayuda económica, logística y militar para evitar la caída del régimen temeroso de perder un enclave estratégico muy relevante.
¿Por qué Siria tiene una posición geopolítica y geoeconómica envidiada?
El analista Siyed Raiyan Amir, explica en Euroasia Review, que el país está situado en la intersección de Asia, Europa y África; y, eso, lo convierte en un centro vital para el comercio, la estrategia militar y el intercambio cultural.
“La frontera occidental de Siria toca el mar Mediterráneo, proporcionando acceso a rutas marítimas vitales. La ciudad portuaria de Latakia, uno de los principales activos costeros del país, ofrece un control potencial sobre las rutas marítimas del Mediterráneo oriental y este acceso es particularmente crítico para el comercio de los productos energéticos; ya, que el Mediterráneo, sirve como conducto para las exportaciones de petróleo y gas desde Medio Oriente a Europa y más allá”, de acuerdo con Raiyan Amir.
De hecho, Rusia tiene dos bases militares en Siria: en la base naval de
Tartús, en la costa mediterránea, y en la base aérea de Khmeimim, cerca de la ciudad portuaria de Latakia.
Para el Kremlin, son dos bases militares muy relevantes, sobre todo la de Tartús ya que proporciona a Rusia su único acceso directo al Mediterráneo y una base para realizar ejercicios navales, estacionar buques de guerra e incluso albergar submarinos nucleares.
Según la agencia de noticias rusa TASS, los combatientes rebeldes sirios ya han tomado el control total de la provincia de Latakia, sitio de ambas bases militares rusas.
Al respecto, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, afirmó a los medios de comunicación rusos que están tomando medidas para garantizar la seguridad de sus bases militares.
No obstante, la agencia de inteligencia militar de Ucrania (HUR) difundió diversas imágenes de satélite en las que se observa cómo Rusia está retirando sus tropas y equipo militar de Latakia.
También, la agencia Reuters, indica que las imágenes de satélite de la base rusa en Tartús sugieren que, al menos tres buques de guerra, han abandonado el puerto y han anclado en el mar a unos trece kilómetros de la costa.
Lo mismo sucedió con la fragata Almirante Grigorovich; el submarino Novorossiysk y el petrolero Kaliningradneft Vyazma que estarían desplazados varios kilómetros del puerto.
Siria, si bien no tiene grandes yacimientos petroleros, es un punto de tránsito crítico en las llamadas rutas potenciales para el transporte de petróleo y gas desde las regiones ricas en recursos del Golfo Pérsico y el Caspio a Europa. Estas rutas de tránsito han sido durante mucho tiempo objeto de competencia geopolítica, que involucra a actores regionales e internacionales.
Por supuesto, no puede obviarse la situación geográfica estratégica que tiene este país de 23 millones de habitantes: comparte fronteras con Turquía al norte; con Irak al este; con Jordania al sur e Israel y con Líbano al suroeste.
“Este posicionamiento sitúa a Siria como puerta de entrada entre el mundo árabe y euroasia. Históricamente, su ubicación le ha permitido influir en la política regional y actuar como zona de amortiguamiento en los conflictos que involucran a estos vecinos”, en la opinión de Rayin Amir.
Siria es parte del Levante, una región históricamente disputada, rica en recursos, cultura y valor estratégico. El Levante conecta el Mediterráneo con el interior de Arabia, ofreciendo rutas para el comercio y las campañas militares. El control de esta región ha sido un objetivo recurrente para los imperios a lo largo de la historia, desde los asirios hasta los otomanos.
Una siria fragmentada
Aquí en España, Saleh como casi siete millones de sirios refugiados en Turquía, Líbano, Alemania, Jordania e Irak, se han despertado el domingo ocho de diciembre, con el derrocamiento del gobierno de la dinastía al-Assad que en los últimos cincuenta y cuatro años gobernó con la mano muy dura (y ayudado por los alauitas y chiitas) a la nación de mayoría suní.
Los sirios, en el extranjero, que desde hace años salieron huyendo de la represión y de la guerra civil y de sus consecuencias, empezarán a retornar a su país con el deseo de contribuir a la reconstrucción y con la esperanza de vivir en paz.
Pero no será nada fácil. El país está muy fragmentado con fuerzas que controlan diversas zonas geográficas como los kurdos, los turcos, diversos grupos rebeldes y el Estado Islámico.
La guerra civil siria, que comenzó en 2011, puso de manifiesto su valor geoestratégico. El conflicto atrajo a potencias regionales como Turquía, Israel, Irán y Arabia Saudita, así como a actores globales como Estados Unidos y Rusia. Cada uno trató de influir en el resultado de la guerra para alinearlo con sus intereses estratégicos.
Rusia estableció un punto de apoyo militar en Siria, con su base naval en Tartús y su base aérea en Khmeimim, fue una medida que le permitió durante más de una década proyectar su poder en el Mediterráneo oriental.
A su vez, Irán utilizó a Siria como su corredor terrestre para abastecer de armamento y equipo militar al grupo Hezbolá en Líbano y Turquía, en su guerra contra los kurdos, trató de evitar que establecieran regiones autónomas en la frontera siria con Turquía.
Luego está la cara más preocupante: Siria ha sido un hervidero de actividad extremista, con grupos como el ISIS y Al Qaeda que se nutren de la inestabilidad para sembrar caos y terror entre la población.
Desde Siria, muchos de los ataques terroristas de los últimos años en Europa y en Medio Oriente, han sido preparados por el ISIS y Al Qaeda en dicho territorio. La estabilización de Siria deberá ser una prioridad así como la erradicación del terrorismo.
Su posición geoestratégica le permite actuar como eje en la configuración del equilibrio de poder de la región. La caída del régimen alauita es un golpe también para el régimen iraní de mayoría chiita, ambos países, son aliados desde 1979 a partir de la Revolución Islámica.
Si Rusia sostuvo todos estos años al régimen de al-Assad, su otro aliado Irán también le envió tropas y armas para controlar a la resistencia y recuperar los territorios controlados por los rebeldes.
Miles de combatientes musulmanes chiíes armados, entrenados y financiados por Irán, en su mayoría del movimiento Hezbolá, con sede en Líbano, pero también de Irak, Afganistán y Yemen han luchado junto al ejército sirio.
El apoyo iraní hacia Bashar al-Assad ha permitido que, a cambio, Irán operase en Siria proporcionando armas y apoyo a Hezbolá. El Mossad señala que la mayor parte del armamento que llegó a Hezbolá y a Hamás en la Franja de Gaza entró por Siria.
Pero al igual que Rusia con Ucrania, Hezbolá se vio debilitado por el conflicto con Israel en Líbano, lo que probablemente aceleró la caída del ejército sirio.
Desde el siglo pasado, Siria ha sido un actor clave en el nacionalismo y la solidaridad árabes. Su papel en el conflicto árabe-israelí y sus relaciones con países como Egipto, Jordania y Arabia Saudita han moldeado su posición en el mundo árabe y si Israel, quiere paz en la región y que avancen los Acuerdos de Abraham, Siria necesita estar muy lejos de la influencia de Rusia y de Irán.
La situación de los Altos del Golán
Después de que las protestas a favor de la democracia en Siria, en 2011, fueran respondidas con la fuerza militar, el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, respaldó a los grupos opositores a Bashar al-Assad.
Como recuerda, Mallory Moench de la BBC, el Pentágono proporcionó apoyo militar a los grupos rebeldes e intervino militarmente con el fin de combatir al Estado Islámico (ISISI) en 2014.
Una coalición global formada por Estados Unidos llevó a cabo ataques aéreos y desplegó fuerzas especiales para ayudar a la alianza Syrian Democratic Force, liderada por los kurdos, a fin de liberar el territorio que alguna vez estuvo en manos del ISIS.
A la fecha, el ejército norteamericano tiene novecientos soldados en Siria ese contingente se quedó, desde 2019, tras la orden del entonces presidente Donald Trump, de retirar a los soldados norteamericanos.
Con el presidente Joe Biden, en la Casa Blanca, no son pocas las ocasiones en las que se ha bombardeado alguna zona en concreto en Siria. De hecho, Irán acusa a Estados Unidos, Turquía e Israel, de estar detrás de la caída de Bashar al-Assad… de ser los artífices.
Ahora bien, ¿qué está pasando con Israel y Siria? Durante la Guerra de los Seis días, en 1967, el ejército israelí invadió la meseta de los Altos del Golán que pertenecía a Siria. Esta zona se la anexionó unilateralmente en 1981 a pesar de la condena mundial y los señalamientos de la ONU.
Durante la guerra civil siria que se ha prolongado todos estos años, Israel ha llevado a cabo muchos ataques aéreos contra objetivos vinculados a Irán y a Hezbolá al interior del territorio sirio.
Desde que cayó el régimen de al-Assad, el ejército israelí ha bombardeado diversos objetivos en Siria relacionados con su infraestructura militar; su flota naval, así como industrias, destinadas a la producción de armamento.
Pero también el ejército israelí está extendiéndose hacia la llamada zona de amortiguación en los Altos del Golán ante la incertidumbre de los campesinos sirios que no pueden entrar a sus tierras.
En el Acuerdo de Separación de Fuerzas de 1974 se estableció una zona de amortiguación que es una franja de terreno de 235 kilómetros cuadrados de superficie perteneciente a Siria y que tiene el rol de servir como un puente que separa a los Altos del Golán ocupados por Israel y el resto del territorio sirio.
Desde Francia, el presidente Emmanuel Macron, ha pedido abiertamente al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que vuelva al ejército a su posición y que no se adentre más allá de los Altos del Golán. Una condena a la que se ha sumado la ONU.
Sin embargo, Netanyahu, señala que esta medida es solo “temporal” hasta saber qué facción terminará gobernando a Siria y que su única intención es proteger a los israelíes. Al final, todo es un juego de poder y de ambición.