La sobreproducción de la industria china y los subsidios estatales proporcionados por Pekín a su tejido empresarial han tensado las relaciones comerciales del gigante asiático con la UE y Estados Unidos. Bruselas ha aumentado su escrutinio sobre las prácticas desleales de China. De vuelta, Pekín sospecha de prácticas de dumping de Europa. Y Estados Unidos incrementado sus aranceles sobre vehículos eléctricos y paneles solares chinos, también por prácticas desleales. Lo que deja una escena de desconfianza bien tensa en la que las tres potencias se sitúan al borde de una guerra comercial.
La Comisión Europea dio un gran paso el año pasado al abrir una investigación contra el sector de vehículos eléctricos chinos. Bruselas sospecha que los subsidios que proporciona Pekín a esta industria propicia que estos coches puedan venderse a precios sustancialmente más bajos que los fabricados en el mercado comunitario. Dicho de otro modo, el Ejecutivo comunitario analiza si Pekín ha implementado prácticas de dumping.
Junio marcará un momento clave en las relaciones con el gigante asiático. Eso sí, pasadas las elecciones europeas. La investigación, anunciada el pasado octubre, está a punto de concluir su primera fase y podría derivar en que se aplicaran aranceles provisionales a los vehículos eléctricos chinos. Todo ello considerando que el bloque utiliza un gravamen del 10% a los automóviles importados, sin diferenciar por su procedencia, frente al arancel del 15% que aplica Pekín.
Que el movimiento de Bruselas no fue muy bien acogido por China ha quedado patente. La pasada semana el ministro de Comercio chino, Wang Wentao, avisaba en una visita a España que, si Europa «continuaba reprimiendo a las empresas chinas, China tomaría las medidas necesarias para salvaguardar con firmeza los intereses legítimos de las empresas chinas». Tuvo también un mensaje para España: Pekín espera que «juegue un papel activo y promueva una actitud racional y abierta en la Unión Europea en el campo de las nuevas energías verde».
Mientras tanto, el gigante asiático ya ha tomado acción frente al bloque. Ha manifestado sus sospechas acerca de si Europa está vendiendo coñac de alta calidad a precios más bajos en su mercado. Además, ha insinuado que tanto el sector europeo de coches de lujo como el de la carne de cerdo podrían verse sometidas restricciones comerciales en breve.
No se equivoca mucho Pekín en su objetivo. Ha tocado, con tales acusaciones, al Ejecutivo de Emmanuel Macron, sensible a las repercusiones de la industria del coñac galos. Mientras que al señalar al sector de vehículos de lujo ha hecho temblar a la industria alemana de automóvil. Cabe considerar que gigantes como Volkswagen, BMW o Porsche no solo encuentran en el mercado asiático una gran acogida para sus productos sino que algunos fabrican en suelo chino.
En todo caso, Washington ha titubeado menos que la UE. El Gobierno de Joe Biden decidió, el pasado mayo, escalar las tarifas que aplica a las importaciones de vehículos eléctricos chinos, pasando de un 25% a un 100%. También ha elevado los aranceles que aplica las importaciones de paneles solares, del 25% al 50% y triplicado los tipos impositivos del acero y aluminio, al 25% desde el 7,5% actual.
Los aranceles anunciados por Estados Unidos se aplicarían a las importaciones por valor de 18.000 millones de dólares y se han esgrimido como una respuesta por parte de Washington a las prácticas comerciales desleales de Pekín, dando continuidad a las restricciones comerciales iniciadas en el periodo de Donald Trump.