“Cuando la realidad se vuelve irresistible,
la ficción es un refugio. Refugio de tristes,
nostálgicos y soñadores”.
Mario Vargas Llosa
Arturo Suárez Ramírez / @arturosuarez
Hasta el principio del siglo XXI, en México, era impensable la desaparición del Revolucionario Institucional a pesar de la alternancia en el poder con Acción Nacional y la llegada de Vicente Fox a Los Pinos, pero su codicia fue monumental y su corrupción inmensa, además de las exigencias ciudadanas y sed de justicia social se les apareció López Obrador y su 4T.
Aquello de la “dictadura perfecta” que dijo Mario Vargas Llosa se puso en entredicho, aunque hoy sigue vigente. El peruano acuñó el término para describir un sistema político que, a diferencia de las dictaduras tradicionales, logra mantener el poder de manera sutil y encubierta como lo hizo el PRI por más de 70 años hasta el 2000, luego el PAN por 12 años hasta el 2012, y de nuevo el PRI al 2018. Este tipo de régimen no se caracteriza por la represión abierta, sino por una manipulación más profunda de las instituciones, los medios de comunicación y la sociedad en su conjunto, son características que se pueden encontrar en Morena, los que según hacen nueva política y estamos en vías de un “partido único” porque los otros, los opositores no figuran.
Fue en 1990 cuando Mario Vargas Llosa, en un panel junto con Octavio Paz en total libertad habló largo y tendido sobre el gubernamental Partido Revolucionario Institucional (PRI) y su permanencia en el poder, como otro ejemplo de las dictaduras latinoamericanas. En cierto momento consideró a México «una dictadura perfecta».
El público quedó estupefacto. El episodio, que puede verse en YouTube, despertó las suspicacias de muchos, que atribuyeron la súbita salida de Vargas Llosa del país a un berrinche presidencial o a una desavenencia con Paz.
El viejo PRI fue fundado sobre los restos de la revolución y se construyeron la institucionalidad, mecanismos de control como el clientelismo, el control de los medios y críticos, la cooptación de la oposición, el autoritarismo, si bien no es una receta para conservar el poder, son herramientas que siguen usando. Una fundamental en tiempos de los morenos es el terror infundido por la cultura narca de la que sacan raja política.
Dicen que “origen es destino”, quizá no sabemos hacer política de otra forma porque todos mamaron, hasta los contras, de aquella política postrevolucionaria, aquella que nos llenó de caciques y líderes “charros” fundamentales para mover masas, para mantener el estatus quo y que se convirtieron junto con fundadores en cúpulas partidistas, donde se toman las decisiones y se reparten los “huesos” a costillas de los votos que representan agremiados.
Luego de dos elecciones donde López Obrador y su partido, un bizarro del priismo, les ganó la presidencial, primero por más de 30 millones de votos y con Claudia Sheinbaum 36 millones, los opositores van por nuevos partidos.
La pregunta básica, pero prudente es ¿para qué?, si en los últimos años partidos como Encuentro Social, Fuerza por México, Humanista, Nueva Alianza y Redes Sociales Progresistas, han sido un fracaso y los únicos “exitosos”, como Movimiento Ciudadano, Partido del Trabajo y Partido Verde Ecologista, han sobrevivido por acomodaticios y por seguir intereses del PAN, PRI y ahora Morena.
La mayoría de quienes abanderan esos esfuerzos arrastran grandes fracasos, otros escándalos de corrupción y ya fueron parte de otros partidos. Quizá consigan su objetivo, pero esos viejos políticos, diríamos los de siempre, no entusiasman a la ciudadanía y difícilmente serán competitivos si son parte de lo mismo… pero mejor ahí la dejamos.
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Hasta la próxima.