El pasado 1 de octubre, el exprimer ministro de Holanda, Mark Rutte, tomó el relevo en una ceremonia sobria en el cuartel general en Bruselas con treinta y dos banderas oteando en el horizonte. Durante la era de Stoltenberg, dos países tradicionalmente neutrales como son Suecia y Finlandia rompieron su postura ante la invasión rusa perpetrada en Ucrania.
Finlandia ingresó en la OTAN el 4 de abril de 2023 y Suecia, lo hizo el 7 de marzo de 2024. Su pertenencia ha marcado un antes y un después en la geopolítica del Ártico y en cuanto a su grado de implicación en la defensa de los aliados. Recientemente, Finlandia anunció que instalará una base de la OTAN a menos de 200 kilómetros de su frontera con Rusia. Se trata de una nueva sede de este organismo para el control del norte de Europa.
Otra de sus prioridades, además de mantener cohesionados los intereses de los aliados es continuar apoyando a Ucrania, no solo para seguir resistiendo la invasión sino para ganar la guerra contra Putin.
Y respecto de las hostilidades bélicas en Medio Oriente, Rutte pidió que concluyan lo más pronto posible tanto en Líbano, como en la Franja de Gaza; lo mismo que en Israel e Irán.
A COLACIÓN
Aunque los países de la OTAN fijaron desde hace más de una década como un objetivo deseable invertir el 2% de su PIB en gasto militar fue hasta 2014 cuando esa cifra se convirtió en un compromiso obligatorio; y se fijó su cumplimiento en 2024. En este año que justo, la sombra de Trump amenaza con volver a la Casa Blanca.
En su campaña electoral de 2016, Trump cargó contra la Alianza criticándola de ser “un organismo obsoleto”; ahora bien, en febrero, previo a su nominación como candidato republicano, el expresidente declaró públicamente que “alentaría” a Rusia a atacar a los aliados de la OTAN que no paguen su cuota.
El año pasado, el gasto militar mundial aumentó 3.7% en términos reales respecto del año inmediato anterior tras destinarse la cantidad de 2.44 billones de dólares.
De acuerdo con el informe de 2023 presentado por el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI) solo cinco países acumulan el 61% del gasto en defensa global; la lista ha estado encabezada por Estados Unidos con 916 mil millones de dólares; le sigue China, con 109 mil millones de dólares; después figura Rusia con 109 mil millones de dólares; luego India, con 83 ml 600 millones de dólares y en quinto puesto, Arabia Saudita, con 75 mil 800 millones de dólares.
Estados Unidos es el país que más dinero destina para su seguridad y defensa esa ha sido su piedra angular desde el final de la Segunda Guerra Mundial; por sí solo representa el 37% del gasto militar total global. Su presupuesto es tan exorbitante que suma todo lo que gastan los nueve países que le siguen en la lista del ranking del mayor gasto militar.
En particular, todos los miembros de la OTAN han venido incrementando su gasto en defensa con el objetivo de tener un ejército más modernizado y armamento más eficaz.
En febrero pasado, Stoltenberg anunció que en 2024, los aliados invertirán un total combinado de 380 mil millones de dólares en defensa. Por primera vez, esto equivale, al 2% de su PIB combinado.
Estados Unidos representa alrededor de dos tercios del gasto anual en defensa de los países de la OTAN, con un presupuesto estimado para este año de 967 mil millones de dólares. Los siguientes cuatro países miembros de la Alianza que más gastan son: Alemania, con 97 mil 700 millones de dólares; Reino Unido, con 82 mil 100 millones de dólares; Francia, con 64 mil 300 millones de dólares y Polonia, con 34 mil 900 millones de dólares.
La OTAN con Rutte al frente se espera que exija más gasto en defensa a sus aliados; la idea es ampliar las capacidades bélicas incorporando los más novedosos avances tecnológicos y eso significa gastar mucho dinero. Las tensiones geoestratégicas actuales son además un aliciente para darle prioridad a la inversión en la industria militar.
No queda ni la menor duda de que la Alianza recibirá más y nuevas presiones para que incremente su gasto en defensa. Si Trump vuelve a la Casa Blanca será el principal reproche y también la primera amenaza. Ya sabemos que no le va el multilateralismo, ni el respeto a los organismos internacionales, ni los acuerdos globales. Rutte ya está preparado para lidiar con él.