El aborto en Francia ha quedado consagrado como un derecho inalienable a las mujeres en la Constitución. Son libres para hacerlo sin ninguna traba, sin ningún cuestionamiento, solo basta que sea una decisión voluntaria y no consensuada con nadie.
Para el presidente, Emmanuel Macron, se trata de uno de los grandes éxitos de su legislatura, una jugada política a tres bandas: se reconcilia con las mujeres de la izquierda más radical que venían cuestionándolo; rebaja las críticas contra su gobierno por parte de los sectores más progresistas franceses; y, tercero, ha logrado que hasta la ultraderecha de Marine Le Pen que ella lidera en Agrupación Nacional termine votando por la reforma al artículo 34 de la Constitución francesa para añadir el derecho al aborto en la carta magna.
Esa ultraderecha con vínculos con los grupos provida que siempre ha renegado del aborto al que ha señalado no en pocas veces como un crimen cometido contra los nonatos.
La iniciativa de Macron (que fue resultado de una promesa de campaña en 2022) arrasó en el hemiciclo francés logrando lo imposible: que la mayoría de los dieciocho grupos políticos, diez de la cámara baja y ocho de la cámara alta, aprobasen dicha reforma por 81% de los votos.
Enmendar la Constitución es un proceso laborioso y un evento raro en Francia, que requiere de un referendo o bien de una mayoría de tres quintos de los votos en el Parlamento después de que ambas cámaras acuerden un lenguaje común. Desde su promulgación, en 1958, la Constitución francesa ha sido modificada diecisiete veces; la última vez fue en 2008, cuando se otorgaron más poderes al Parlamento y a los ciudadanos franceses se les concedió el derecho a presentar sus quejas ante el Tribunal Constitucional.
En la más reciente reforma se añadió un párrafo al artículo 34: «La ley determina las condiciones en las que se ejerce la libertad de la mujer para interrumpir voluntariamente el embarazo, que está garantizada».
El Vaticano ya puso el grito en el cielo y los grupos antiabortistas galos han salido a protestar en defensa de la vida, pero por lo pronto la presión es bastante nimia; a su vez, los obispos franceses reiteraron que el aborto «sigue siendo un ataque a la vida humana» que debe ser protegido desde su inicio y que no puede verse exclusivamente desde la perspectiva de los derechos de las mujeres.
La Conferencia Episcopal de Francia expresó su tristeza al conocer el resultado de la votación del Senado en la que solo 50 senadores votaron en contra del texto propuesto.
Si bien reconocieron las dificultades que pueden obligar a algunas mujeres a recurrir al aborto, los obispos lamentaron que las medidas de apoyo para las madres con problemas económicos no se hayan discutido en el debate.
Los obispos de Francia ya habían expresado su oposición al texto propuesto en una declaración publicada durante su asamblea plenaria en noviembre de 2023 titulada «Toda vida es un don».
Para Macron, la medida es un orgullo francés que además tiende a enviar un “mensaje universal” de hecho se comprometió a liderar la lucha para “hacerlo extensible al resto del mundo” y adelantó que pedirá a la UE incluir el aborto en la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE.
El mandatario galo argumentó en su introducción al proyecto de ley que el derecho al aborto está amenazado en Estados Unidos. «Desgraciadamente, este hecho no es aislado: en muchos países, incluso en Europa, hay corrientes de opinión que pretenden obstaculizar a toda costa la libertad de las mujeres para interrumpir su embarazo si así lo desean”.
A COLACIÓN
El aborto fue despenalizado en Francia en 1975 bajo la presidencia de Valéry Giscard d’Estaing. Según el gobierno de Macron, la nueva medida es una respuesta al reciente retroceso del llamado derecho al aborto en Estados Unidos, luego de que la Suprema Corte, en 2022, anuló el fallo Roe v. Wade que protegía el aborto a nivel nacional desde 1973.
Ninguno de los principales partidos políticos franceses representados en el Parlamento cuestionó el derecho al aborto, incluido el partido de extrema derecha Agrupación Nacional de Le Pen y el partido conservador Les Républicains.
Desde que Le Pen se disputó en 2022, la segunda vuelta con Macron y quedó a una distancia de menos de diez puntos de él, ha comenzado a edulcorar las posturas más recalcitrantes de la ultraderecha con la finalidad política de tener más asiduos y posibles votantes en otros espectros más centristas y moderados y menos radicalizados.
Así es que sorpresivamente, Le Pen y su partido, su sumaron a votar a favor del proyecto de ley: de los 91 diputados de Reagrupación Nacional, 49 votaron a favor del proyecto, once en contra y veinte se abstuvieron.