Emmanuel Macron es ya el gran damnificado de estas elecciones europeas en las que ya no hay forma de ocultar que el mapa político y geográfico de la Unión Europea (UE) va reflejando el avance de la derecha radical. Ya están en todas partes.
Como si fuese un germen que en cada elección sigue posicionándose mejor en la medida que va debilitándose el centro. En las recientes elecciones para renovar el Parlamento Europeo y por ende, la Comisión Europea y otros órganos de gobierno, los partidos de derecha radical continuaron conquistando más presencia que se traduce en un mayor número de escaños. Por tanto, un rango más amplio para influir en la política europeísta.
En datos preliminares sabemos que el Partido Popular Europeo ganó con 186 escaños y todo apunta a que logrará conservar la coalición que ya tenía en el Parlamento Europeo si vuelve a sumar con el Grupo Renew Europe que tiene 79 escaños, juntos serían 265 escaños frente a los 224 de la suma de los diferentes grupos de las izquierdas incluyendo al partido Socialistas y Demócratas con 135 escaños y Los Verdes con 53 escaños más La Izquierda
con 36. Los partidos de derecha radical han logrado acaparar el 20% de los escaños, antes tenían el 18,4%, ahora crecerán a 130 pero hay un grupo registrado como Otros que obtuvo 55 escaños y uno más que figura como No Inscritos que tendrá 46 escaños de los que, no se sabe, cuántos eurodiputados, podrían tener también algún acercamiento ideológico en diversos programas y políticas de la derecha radical.
En los últimos tres quinquenios, las elecciones europeas se viven como una auténtica batahola de supervivencia de la Unión Europea (UE) muy a pesar de sus 67 años de existencia, uno pensaría que en plena madurez no habría amenazas en su consolidación. Pero las hay.
Desde que fue signado el 25 de marzo de 1957 el Tratado de Roma y se convirtió en una piedra angular para crear el entramado que es hoy la UE con sus 27 países miembros, este gran esfuerzo de paz, de unidad, de cooperación y de buscar el progreso de forma conjunta, no ha estado exento de voces discordantes sobre todo nacionalistas y ultranacionalistas que más que sumar, lo que buscan es romper la unidad y volver a encerrar a sus respectivas naciones, en sus intereses más locales.
Y en la medida que avanza el cambio generacional y se muere la transmisión de valores de los baby boomers y la generación X vive desencantada y cada vez votando menos, los millennials y la muchachada de la generación Z que están muy alejados del impacto de la Primera y de la Segunda Guerra Mundial y de los movimientos del 68 están participando más activamente mostrando su disconformidad por las políticas más centristas y a cambio le dan más apoyo a los partidos con una ideología rupturista, radical y nacionalista.
Francia que ha sido la cuna histórica de las grandes reivindicaciones liberales y sociales es la primera gran víctima de este cisma que el avance de la derecha radical va provocando.
El presidente, Emmanuel Macron, sorprendió a todos disolviendo la Asamblea Nacional. Macron no las tiene todas consigo y con la pulverización de las fuerzas políticas, tal y como están las cosas, sacar sus iniciativas legislativas es algo endiablado.
Con esta decisión política arriesgadísima, Macron está jugándose el pellejo y no solo eso, si no le sale bien, le estaría abriendo la puerta grande en 2027 a la líder de extrema derecha Marine Le Pen, de Agrupación Nacional.
De acuerdo con los resultados preliminares, en Francia, Agrupación Nacional habría obtenido el 31.5% de los votos emitidos por los ciudadanos galos en estas elecciones europeas.
Mientras que, el Partido Renacimiento, del presidente Macron que es socioliberal, solo habría conseguido un 14.7% de los votos. Es decir: una auténtica catástrofe política en Francia que va camino de sumirse en la ingobernabilidad; así, en el Parlamento Europeo, el partido de Macron tendrá 14 escaños y el de Le Pen 31 eurodiputados.
Macron que no es un camaleón político como el presidente de España, el socialista Pedro Sánchez y sus audaces movimientos políticos de los que logra salir a flote, pretende con la disolución de la Asamblea Nacional que en las elecciones legislativas del 30 de junio (primera vuelta) y del 7 de julio (segunda vuelta) los ciudadanos franceses voten por Renacimiento y recuperar el control de la Asamblea Nacional frente a la extrema derecha. La verdad se ve muy difícil.
Le Pen está emulando a Giorgia Meloni que en Italia ha logrado con su partido de derecha radical, Hermanos de Italia, convertirse en primera ministra con una imagen bastante edulcorada sobre el ultranacionalismo.
De hecho, Meloni con su Hermanos de Italia ha sido la gran ganadora de las elecciones europeas: su partido habría logrado entre el 26% y el 30% de los votos. Habría derrotado al Partido Demócrata y arrebatado también votos a otros partidos radicales como el Movimiento 5 Estrellas, Forza Italia e incluso a la Liga de Matteo Salvini.
Las elecciones europeas no solo son un profundo ejercicio democrático para conformar las diversas fuerzas de representación política de cada uno de los 27 países para llevar su voz y su voto al Parlamento Europeo, también son un termómetro político interno para medir la fuerza política de cada gobierno y de su capacidad de gestión y que tan fuerte o débil se encuentra en el terreno de los apoyos legislativos y ciudadanos.
Otro que ya llevaba meses debilitado es el primer ministro de Bélgica que también se sumó al desánimo de Macron en Francia y decidió renunciar: Alexander De Croo tenía un gobierno de imposibles sostenido por una coalición de siete partidos, en un país donde entenderse políticamente es muy complicado. Su partido de centro-derecha Open VLD solo consiguió el 7% de los votos.
En Bélgica, el partido derechista y nacionalista, la Alianza Neo-Flamenca N-VA ganó con un 22% de los votos seguido de la extrema derecha del partido Vlaams Belang con un 17.5% de los votos.
Y, en Alemania, casi gana la ultraderecha con Alternativa para Alemania (AfD) que se quedó en segundo lugar con el 16.5% de los votos, los cristianodemócratas alemanes ganaron pero en cada elección el margen se estrecha más mientras que los socialdemócratas del partido del canciller Olaf Scholz obtuvieron el 14% de los votos.
En Austria, también la derecha extrema ganó en las elecciones europeas: el partido ultranacionalista FPÖ obtuvo un 27% de los votos, por adelante del partido democristiano ÖVP que es el partido en el gobierno y que habría obtenido un 23.5% de los votos. Y, en España, la derecha radical de VOX, se ha convertido en la tercera fuerza política con 6 eurodiputados. Prácticamente ya están en todas partes frotándose las manos para gobernar.
Solo hay que saber interpretar en clave de sol el signo de los tiempos: las nuevas generaciones quieren un cambio radical sienten que el sistema les ha fallado. Hay un tsunami migratorio. Hay un desencanto hacia el futuro económico: Alemania la locomotora de la UE tiene un motor gripado y eso es para llamar la atención y Francia, vive una descomposición social interna bajo el acecho del terrorismo yihadista.
Hay hartazgo, pesimismo, desencanto, ostracismo y hasta miedo. Una mescolanza de sensaciones y sentimientos que entre en los más jóvenes, escasos de memoria histórica, es lumbre entre las manos. Estas elecciones son ya un parteaguas.