lunes, abril 29, 2024

China mantiene el pulso con la UE

En diciembre del año pasado, en Beijing, los dirigentes de la UE se reunieron con el presidente Jinping (hacía cuatro años que no se...
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La guerra por los satélites: la nueva disputa por el espacio

La Agencia de Inteligencia de Defensa de Estados Unidos prevé que anualmente, en promedio, serán lanzados 1 mil 700 satélites de aquí al 2030 y al menos un 75% estarán financiados por los gobiernos interesados en tenerlos por diversos motivos desde militares, de geolocalización y hasta climáticos.

Eso significa un ritmo de crecimiento anual esperado en torno al 15% y el 20% desde 2022 un año en el que se marcó cierto boom por el interés en el lanzamiento de los satélites en un mercado mundial que movió más de 77  billones de dólares de acuerdo con el informe Challenges to Security in Space  elaborado por  dicha Agencia.

La Oficina de Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Exterior (UNOOSA) señala la existencia de 4 mil 921 satélites orbitando la Tierra en la actualidad, pero no todos están activos. Algunas fuentes estiman que hay más de 5 mil satélites funcionando, tal y como afirma la Unión de Científicos Conscientes, que estima en 5 mil 465 los satélites  en órbita y que podrían llegar hasta 8 mil si se añade la chatarra espacial.

Los satélites varían en tamaño, forma y función, y se usan para diferentes propósitos como comunicaciones, navegación, observación, ciencia o defensa. Los satélites orbitan la Tierra a diferentes alturas, desde los 100 kilómetros hasta los 35 mil kilómetros dependiendo de su misión y velocidad.

En particular, son China y Rusia, los dos países más interesados en ganar el espacio con sus satélites, solo entre 2019 y 2021, en operaciones combinadas entre ambos aumentaron un 70% sus actividades de interrelación para mejorar la capacidad de comunicación mutua a través de sus satélites; y tener tecnología más sensible hacia el control remoto y la navegación digital.

China y Rusia, en los años más recientes, han puesto sobre de la mesa la necesidad de explorar de forma conjunta no solo la termosfera y la exosfera que son la parte del espacio en la que se ubican los satélites lanzados sino también colaborar, cooperar e interrelacionar para lograr misiones exitosas en la conquista de la Luna y de Marte.

Como parte de la estrategia de la Nueva Ruta de la Seda (One Road, One Belt) China y Rusia signaron sendos contratos de cooperación satelital y de mejora de las comunicaciones en las estaciones del sistema Beidou de China en Rusia y en las estaciones GLONASS de Rusia en China.

La intención de Beijing y de Moscú es lograr una cooperación más expedita y fructífera para sacar avante proyectos conjuntos e incorporar los mayores avances tecnológicos posibles para facilitar la navegación por satélite.

De este acuerdo, Yury Borisov, cabeza de Roscosmos,  declaró a la prensa moscovita que ambos sistemas, el ruso GLONASS y el chino Beidou, al ser utilizados simultáneamente aumentarán la precisión y confiabilidad de la navegación satelital.

 “Por lo tanto, estamos interesados en un intercambio más amplio en el uso de ambos sistemas, así como en las nuevas  tecnologías de navegación incorporadas”, declaró Borisov.

Los institutos chinos y rusos también están cooperando en los servicios de apoyo, con el Centro de Investigación de Pruebas y Evaluación de la Oficina de Navegación por Satélite de China y el Centro Ruso de Información y Análisis para el Apoyo a las Coordenadas.

            Precisamente fue Rusia el primero en llevar a cabo un lanzamiento exitoso  con el Sputnik 1, el primer satélite  puesto en órbita causó sensación en 1957 cuando llegó al espacio y orbitó la Tierra.

            Se trató de un hito que marcó el principio de la carrera espacial en medio de la Guerra Fría, en que la disputa soviética  y norteamericana llevaron sus diferencias ideológicas hacia la misma conquista de la Luna.

            Los soviéticos presumieron de este logro mientras que los norteamericanos veían desesperados cómo sus cohetes explotaban; sin embargo, en junio de  1969, una misión estadounidense logró aterrizar y caminar por primera vez en la Luna.

            Ahora, más de cincuenta años después de esta gesta, las potencias han vuelto a mirar hacia el espacio redescubriendo su potencial a tal punto que la termosfera y la exosfera, su dominio, son la disputa más inmediata.

Ambas contienen miles de satélites puestos en órbita alrededor de la Tierra  y sirven para muchos propósitos diferentes: desde estaciones espaciales complejas como la Estación Espacial Internacional hasta el Sistema de Posicionamiento Global.

            ¿Qué es un satélite artificial? Es una máquina o un dispositivo lanzado al espacio que gira alrededor de la Tierra y su funcionalidad esencial es la de  recopilar información y proveerla.

Si bien, la termosfera tiene altas temperaturas superiores a los 2 mil 730 grados Fahrenheit. Los satélites no sufren daños por calor debido a la baja presión experimentada.

 La Estación Espacial Internacional orbita alrededor de la Tierra en la órbita terrestre baja; los instrumentos utilizados con fines de investigación también se encuentran en este rango orbital para que puedan monitorear mejor los eventos en la Tierra.

 En cuanto a la exosfera esta región no tiene un límite superior distinto ya que las moléculas flotan libremente en la capa: “Las órbitas medias y altas de la Tierra se encuentran en la exosfera así que los satélites en esta capa pueden permanecer en sus órbitas durante mucho tiempo; algunos pueden durar décadas sin necesidad de ajuste”.

También están los  satélites de comunicaciones y meteorológicos localizados en rangos orbitales más altos dado que requieren captar  vistas más amplias y tener un acceso a grandes áreas de la Tierra.

            En la misma exosfera están puestos en órbita decenas de satélites. No hay un punto definido con precisión donde termina la atmósfera de la Tierra y comienza el espacio exterior. Las propias agencias espaciales señalan que también dentro de la Ionosfera hay satélites.

Espacio más militarizado

            En lo que va del siglo XXI se vive una nueva Guerra Fría con una serie de potencias involucradas y el escenario de los roces ya no es únicamente en el terreno de la geopolítica o de la geoeconomía, incluso ha llegado al espacio.

            El pasado 13 de septiembre, el dictador norcoreano Kim Jong-un  realizó una visita de Estado a su homólogo ruso, Vladimir Putin, en la ciudad de Vladivostok.

            Allí Jong-un ofreció a Putin su total apoyo en la guerra que libra con Ucrania tras invadir al país en febrero del año pasado y mostró su disposición a favor de proveer de armamento al Kremlin a cambio de lograr el apoyo de Rusia para que Corea del Norte acelere su expansión en el espacio a través de los satélites.

            Ambos dictadores se trasladaron al cosmódromo Vostochny ubicado en los bosques al este de Rusia en el que son fabricados los satélites rusos y otros artefactos que llegan al espacio.

            Corea del Norte está dispuesta a dar armas a cambio de tener satélites  de fabricación rusa. Durante la visita a las instalaciones, Jong-un pudo ver parte del ensamblaje del nuevo propulsor espacial ruso, llamado Angara.

            Allá arriba también se libra una guerra por conquistar el espacio y explorar el universo. La Agencia de Inteligencia de Defensa estadunidense afirma que el

espacio también se está militarizando.

            De acuerdo con el informe Desafíos a la seguridad en el espacio de 2022  tanto China como Rusia están desarrollando nuevos sistemas espaciales para mejorar su efectividad militar.

Este organismo menciona diversos ataques  que han pretendido  interferir en el buen funcionamiento de los satélites; intentos de intervención para controlarlos y otros intentos abortados dirigidos a boicotear la navegación y comunicación de varios satélites.

“Hay  armas de energía dirigida que pueden cegar los satélites de imágenes; también están los misiles de armas antisatélite  que pueden destruir satélites de órbita terrestre baja  y crear desechos peligrosos así como armas orbitales que pueden dañar o manipular satélites que están en desarrollo o se han desplegado”, advierte la Agencia de Inteligencia  de Defensa.

La CIA, así como el Pentágono, denuncian que los  ciberatacantes chinos han estado apuntando durante mucho tiempo a los satélites estadunidenses  con la finalidad de boicotearlos.

“La interrupción de los datos satelitales de la NOAA es un ejemplo. Los atacantes pretenden alterar e interrumpir la información que fluye en las estaciones de control terrestre; así como  bloquear o falsificar los enlaces de comunicación satelital, entregar malware en los sistemas de control satelital y usar la Inteligencia Artificial para encontrar nuevos patrones de ataque sin dejar rastro”, según la Agencia.

El mayor riesgo está en las redes satelitales híbridas (HSN) que están convirtiéndose cada vez más en un objetivo para los ataques cibernéticos porque ofrecen desafíos únicos para los atacantes.

El Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST) explica que «el sector espacial está en transición hacia HSN, que es una agregación de terminales, antenas, satélites, cargas útiles u otros componentes de propiedad y operación independientes que comprenden un sistema satelital.

Los riesgos se multiplican así como los desafíos en la medida que van proliferando sin control alguno los satélites: en 2018, el World Economic Forum señaló que Estados Unidos tenía en el espacio 830 satélites para este año suman ya 2 ml 804 satélites. Y, China, pasó de 280  satélites dicho año a 467 en 2023 mientras Rusia de 147 a 168. 

La mayoría de los satélites tienen fines militares, el resto civiles, científicos, gubernamentales, de mapeo de la tierra; de estudio del universo,  de geolocalización y de comunicaciones.

Con la invasión de las tropas rusas a Ucrania y que se trata de una guerra librada por una potencia nuclear contra un país que no lo es, ha cobrado especial atención el uso de los satélites como mecanismos de defensa militar y de apoyo al espionaje tradicional.

Gracias a  los satélites norteamericanos y británicos pudo corroborarse que Rusia preparaba una invasión tres meses antes de hacerla efectiva; las imágenes captadas por las potentes lentes y las coordenadas proporcionadas por los ordenadores  evidenciaron un inusual desplazamiento de tropas, efectivos, carros de combate y otro equipo militar  camino de  Valuyki, a 27 kilómetros de la frontera rusa con Ucrania; así como a Belgorod o inclusive, largas columnas de soldados rusos por Narodia, Bielorrusia, en su camino hacia  la toma de Kiev.

Han sido los satélites estadunidenses y británicos, los que evitaron el factor sorpresa que tan letal es en una guerra  y además  siguen proveyendo de valiosa información militar a las tropas ucranias para que sus ataques sean más certeros contra las posiciones rusas e incluso salvaguardando la vida del presidente ucranio, Volodímir Zelenski, que ha logrado (hasta el momento) salir indemne de los ataques para asesinarlo.

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