Con el mundo inmerso en varios conflictos bélicos de impacto global, la economía sigue unos parámetros distintos según qué métricas se pongan sobre la mesa. Mientras la guerra en Ucrania y el conflicto entre Israel y Palestina deja pérdidas multimillonarias para las naciones implicadas, sus consecuencias indirectas elevan a crisis global sus implicaciones, agravadas por el incremento de la inflación, la subida de los costes de las materias primas esenciales y una factura energética que amenaza de nuevo con dispararse, sobre todo por el lado del petróleo. Pero lo que para algunos sectores esta situación significa la merma de su facturación, para otros los aires son de bonanza. Es el caso de las empresas armamentísticas, que a la sombra de los conflictos han elevado sus beneficios y su valor en los mercados bursátiles.
Según el prestigioso Stockholm International Peace Research Institute (Sipri), el gasto militar mundial supera los dos billones de euros y la perspectiva es que siga creciendo en 2024. Estados Unidos copa más del 40% del mercado armamentístico mundial, aunque China sigue subiendo enteros año tras año y ya ocupa el segundo lugar del ranking, con casi un 20% de las ventas mundiales de armas. Le siguen Gran Bretaña (6,8%) y Francia (4,9%). En el caso de las mayores potencias exportadoras, EE UU sigue copando el primer puesto, con un 42% del mercado, con Francia y Rusia en el podio, con el 11%.
En el caso de España, hay que resaltar un potente sector armamentístico. Airbus, Indra, Santa Bárbara, Navantia, Sapa son solo algunas de las compañías más potentes, con unas cifras de exportación que colocan a nuestro país en el octavo puesto mundial, con casi el 3% de las exportaciones, pese a que en el último lustro (2019-2023) las ventas internacionales españolas han decaído un 0,66% anual, para un acumulado del 3,3% respecto al lustro anterior, según los datos facilitados por Sipri.
El Ministerio de Economía, que consigna datos hasta el primer semestre de 2023, cuantifica que la industria militar española exportó por un valor de 1.753 millones de euros, un 35,5% por encima del año anterior. Los principales destinatarios fueron los países integrados en la OTAN y, por tanto, también en la UE, que suman el 65% de las transacciones (1.128 millones). Francia y Alemania- concentraron el 31% de las exportaciones (547 millones) y Reino Unido se colocó a continuación, con 275 millones.
El resto de las exportaciones –más de 625 millones de euros y casi el 36%–, se repartieron entre 58 países, entre los que destacaron Arabia Saudí con 279,4 millones de euros, Ucrania con 102,7, y Filipinas, con 41,8. Estas importantes cantidades tienen que ver con que estos países tienen firmados contratos aeronáuticos con Airbus, que mantiene algunas de sus principales plantas en territorio español, y contratos navales para la construcción de buques de guerra, sector en el que España es una de las potencias tecnológicas más avanzadas del mundo.
En cifras globales, la industria de defensa española todavía no factura a niveles prepandemia, pese al rearme generalizado y los conflictos que se acentúan en las cercanías de la Unión Europea. La industria superó de largo los 12.000 millones de facturación el pasado ejercicio –aunque todavía no alcanza el récord de 2019, cuando se superaron los 14.000 millones–, gracias a que empresas como Indra, Escribano, Santa Bárbara, Navantia o Tecnobit mejoraron casi un 5% sus ingresos, con un reflejo sobre la economía nacional de más de 17.400 millones, de los que casi la mitad (8.500) tuvieron un impacto directo en la economía, 5.700 millones indirectos y otros 3.300 inducidos, como constata la patronal Tedae.
Y estas cifras tienen un reflejo inmediato en el empleo. Las empresas armamentísticas tienen en nómina 210.000 trabajadores, un 4% que en 2022, y con unos salarios en la escala más alta de la industria, con una media de 3.522 euros mensuales. Tedae recuerda que la contribución de estas compañías al PIB nacional alcanza el 1,3%, y su peso en el sector industrial, el 6%.