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Más de 114 millones de refugiados en el mundo

          Cada guerra significa destrucción y muerte. La invasión de las tropas rusas a Ucrania va camino de cumplir los dos años el próximo 24 de febrero y la guerra, entre Israel contra Hamás, ya rebasó el mes y no tiene indicios de terminar pronto.

          La ONU viene manifestando insistentemente su preocupación especialmente por estas dos guerras aunque la población mundial llegó a 2023 con varios conflictos violentos ya en ciernes o bien enquistados.

          Al respecto, Mina J. Mohammed, vicesecretaria general de Naciones Unidas, recalcó que la paz global está “gravemente amenazada” y en la población mundial aumenta la sensación de inseguridad: seis de cada siete personas tienen la percepción de que su entorno empeorará atenazado por un conflicto.

          En la actualidad, añade Mohammed, el mundo se enfrenta  al mayor número de conflictos violentos, desde la Segunda Guerra Mundial,  lo que repercute en  dos mil millones de personas.

          Se trata de una cuarta parte de la población global que no hace más que ver cómo se deteriora su vida, sus perspectivas de futuro, porque la guerra o el permanente conflicto en su entorno, corta toda posibilidad de que una persona pueda planear un mejor futuro porque quizá tampoco concluya sus estudios, en la medida que vaya huyendo o desplazándose de un país a otro; y muchas veces, quienes huyen de una guerra se quedan atrapados en un limbo fronterizo.

          “Cuando hay una guerra o un conflicto la gente vive en una permanente crisis lo vemos en Ucrania, con la invasión rusa devastando la vida de millones de ucranios y además agravando una crisis alimentaria, energética y financiera mundial”, indicó la funcionaria de Naciones Unidas.

          Y luego está la guerra de Israel contra Hamás y sus guerrillas, sus terroristas y su aparato de Estado y su gobierno que ya se ha cobrado la vida, según las estimaciones  de la ONU, de más de doce mil personas, la mitad son niños. Allí la devastación es todavía más acuciosa porque la población no tiene agua, ni electricidad, ni luz,  ni víveres, desde hace más de un mes que el gobierno del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ordenó cortar todos los suministros como represalia a los atentados terroristas de Hamás que dejaron en datos preliminares: entre 1 mil 200 a 1 mil 400 muertos en varios kibutz y poco más de dos centenares de rehenes escondidos en alguna parte de la Franja de Gaza.

          Antonio Guterres, titular de la ONU, habla de un punto de inflexión para el mundo en medio de una  paz quebradiza: el organismo que él representa no ha sido capaz de detener, ni la invasión de Rusia a Ucrania, ni tampoco la masacre que las bombas de la venganza de Israel, están lanzando sobre de la población civil palestina en la Franja de Gaza.

          Antes de esta nueva guerra, apenas en el verano pasado, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR, por sus siglas en inglés) informó que a nivel global más de 114 millones de personas estaban desplazadas de sus hogares por la guerra y la violencia.

“La guerra en Ucrania y los conflictos en Sudán, la República Democrática del Congo y Myanmar, la sequía, las inundaciones y la inseguridad en Somalia, así como una prolongada crisis humanitaria en Afganistán han sido los principales impulsores de la alarmante nueva cifra”, reveló Filippo Grandi, titular de ACNUR.

A COLACIÓN

          A la fecha, no se sabe qué pasará con el destino de los dos millones y medio de gazatíes que no han podido buscar refugio en otro país colindante porque la Franja está cerrada y el paso fronterizo de   Rafah (conecta con  Egipto) solo se abre para el tránsito de varios camiones con ayuda humanitaria.

          Ahora mismo, el gabinete que rodea al premier Netanyahu, discute qué  pasará con la Franja de Gaza una vez destruyan totalmente el poder de Hamás;  desde Tokio, en la reunión de urgencia convocada por los ministros de los países miembros del G7, el propio secretario  de Estado de Estados Unidos, Anthony Blinken, declaró que para lograr “una paz sostenible” en Gaza, Israel “no puede reocupar la Franja”, ni desplazar a sus ciudadanos o reducir su territorio. Al unísono todo  el G7 reclamó una pausa humanitaria.

          La realidad es que Netanyahu no está escuchando ningún consejo y solo persigue una obsesión: borrar a Hamás y evitar que, desde la Franja de Gaza, vuelva a salir otro atroz ataque terrorista que atente contra las  familias de los kibutz aledaños. Aunque los líderes de Hamás viven cómodamente en Qatar, siempre termina pagando el más débil.

Al gobierno de Israel,  tanto la ONU y ahora el G7, le piden  una pausa humanitaria en la Franja de Gaza a fin de abrir corredores de asistencia  médica y  facilitar la liberación de los rehenes. Tanto Qatar, Estados Unidos y Turquía están mediando para la liberación de más de doscientos rehenes, no solo israelitas, sino de varias nacionalidades.  Temo que la masacre contra los palestinos civiles siga alargándose mientras a Occidente solo le interesa prepararse para la Navidad.

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