Pero el hombre no está hecho
para la derrota, dijo.
Un hombre puede ser destruido
pero no derrotado.
Ernest Hemingway
Arturo Suárez Ramírez / @arturosuarez
En la antesala de la campaña electoral de Estados Unidos que renovará su gobierno en noviembre próximo, se ha puesto de nueva cuenta sobre la mesa de discusión la política migrante y el actuar de aquel país y del gobierno de Joe Biden, además del ingrediente que significa Donald Trump como el precandidato más adelantado de los republicanos y que se ha abanderado con un discurso supremacista que le sirvió como catapulta para su primer mandato como presidente en el país de “las libertades”.
Trump prometió la construcción de un muro en la franja fronteriza con México y dijo que sería el gobierno de López Obrador quien terminaría pagándolo. Finalmente, el mandato de López no lo pagó con dólares, pero lo hizo convirtiendo su política en Tercer País Seguro, claro que estaba de por medio el Tratado de Libre Comercio y Marcelo Ebrard se dobló. Además de que usaron a la Guardia Nacional recién creada como una extensión de la migra para perseguir a los migrantes de este lado de la frontera, luego lo extendieron a la otra línea con Guatemala para que el freno fuera más alejado del territorio de EU.
También los gobernadores de Texas y Florida le han echado más gasolina buscando endurecer más las acciones para deportar de facto a los migrantes que no cuenten con los permisos necesarios. La Corte Suprema de EU dictaminó que las autoridades de Texas podían aplicar la nueva ley migratoria del estado que permite detener, encarcelar y deportar a migrantes indocumentados. La SB4 autoriza a la policía local y estatal arrestar y procesar a quienes sean sospechosos de cruzar irregularmente la frontera desde México.
De igual forma Ron DeSantis, gobernador de Florida firma leyes que endurecen sanciones contra migrantes, incluyendo penas más severas para conductores sin licencia y reincidentes en ingreso ilegal
Muchas de esas historias son parte del fracaso de los gobiernos que les han negado la posibilidad de una vida mejor, son gobiernos fracasados y nada humanitarios que sus modelos y líderes han sumido a sus países en el letargo del populismo y la demagogia como en Cuba, Venezuela y Perú, que decir de Honduras y el Salvador que han caminado por años para llegar al norte del continente.
Esta organización asociada a las Naciones Unidas calcula que, a mediados de 2020, había cerca de 280,6 millones de migrantes internacionales a nivel global, cifra que crece año tras año y que representa el 3,6% de la población mundial. En 2010 era de 221 millones y en el año 2000, de 173, 2 millones. Los principales expulsores de migrantes de la región como Venezuela, Cuba, Honduras, Guatemala o Haití.
México es un país tanto de origen, como de tránsito y destino de los migrantes. El énfasis de AMLO ha sido multiplicar programas sociales en el exterior con el fin de reducir el interés por migrar, pero las cifras de personas en tránsito por la región no dejan de subir.
El trato que México les da a los migrantes no es mejor, se enfrentan a bandas del crimen organizado que los cooptan para enrolarlos en sus filas, los policías los asaltan y los que pueden trabajar lo hacen bajo condiciones injustas. A pesar del fracaso del mandato de López Obrador ahora su gobierno ha ofrecido darles un programa social a los venezolanos que quieran regresar a su país, claro que eso ha generado gran controversia en tiempos electorales.
El mandato de López Obrador que siente atracción por personajes como Fidel Castro, Hugo Chávez, Nicolás Maduro y otros que tienen a sus pueblos sumidos en la miseria e ínfimas libertades no cumplirá su palabra en el tema de migración, pero tampoco Joe Biden y los países del centro y del sur del continente siguen expulsando a sus ciudadanos y no se vislumbra a corto plazo una solución.
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Hasta la próxima.