viernes, mayo 3, 2024

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A codazos y empujones por entrar en los BRICS

Cuarenta países estuvieron invitados a la pasada cumbre en Johannesburgo de los BRICS (acrónimo de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Seis de ellos se incorporarán formalmente al grupo el próximo 1 de enero de 2024: Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Egipto, Etiopía y Argentina. Pero, muchos otros han manifestado su deseo de formar parte de este nuevo bloque, entre los que, por su peso demográfico, económico y geopolítico destacan Indonesia, México y Nigeria.

Los artífices de causar esta aglomeración a las puertas de los BRICS son esencialmente China e India, la primera en tanto que antagonista evidente de la gran superpotencia planetaria que es Estados Unidos; la segunda, en tanto que explosiva potencia emergente, que aspira a su vez a competir con China por la supremacía en Asia.

Pese a que tanto India como Brasil se opusieron a que la cumbre celebrada en Sudáfrica se convirtiera en un “foro antioccidental”, de todo lo discutido, esbozado y acordado allí, se desprende que la conformación de un bloque opuesto a lo que hasta ahora representa Occidente en general y Estados Unidos en particular, está acelerando su marcha.

A pesar de su muy heterogénea morfología política y sus evidentes desequilibrios económicos y financieros, el bloque quiere erigirse en representante del denominado Sur Global. Motivo principal de fondo en esta carrera por formar parte del club es la creciente desconfianza hacia Estados Unidos, no tanto porque desempeñe el papel de gendarme del mundo, cuanto porque no aprecian que su papel de árbitro de ambiciones y conflictos globales lo realice con equidad.

La desdolarización en las transacciones comerciales les resulta muy atractiva, convencidos por otra parte de que lo peor que puede pasarle a un país que no goce de herramientas o armas disuasorias suficientes y sea señalado por el dedo acusador de Washington, sería no contar con un protector fuerte, un “primo de Zumosol” que le sirva de parapeto. Con razón o sin ella, gran parte de los países aspirantes consideran que el actual sistema económico-financiero, legado final de Bretton Woods, es susceptible de convertirse en cualquier momento en un arma de guerra mediante la cada vez más frecuente aplicación de sanciones.

Las consecuencias de éstas raras veces acaban derrocando un determinado régimen dictatorial o tiránico, pero es evidente que castigan fuertemente a la población de los países que las sufren. Los ejemplos que abonan esta tesis son innumerables, desde Rusia a Cuba o Venezuela, siempre dependientes en cualquier caso de los intereses puntuales del sancionador para agravar o atenuar la intensidad del castigo.

China se ha encargado de difundir ampliamente datos como el publicado por el Centro de Investigación Económica y Política de Washington (CEPR), según el cual Estados Unidos ha aumentado en un 933% en veinte años las sanciones impuestas o personas, instituciones y países extranjeros. Lo que se traduce, según analistas chinos como Alex Lo en que un tercio de la economía global y un cuarto de los países que tienen asiento en la ONU han sido sancionados por Estados Unidos de uno u otro modo. La lista que compila la Treasury’s Office of Foreign Assets Control del Departamento de Estado ocupa 2.206 páginas con más de 12.000 nombres de personas y entidades castigadas por la Administración norteamericana.

Con este argumento, la diplomacia china, secundada en este caso por la rusa y la brasileña especialmente, propagan que Washington prefiere el bajo coste que le supone un sistema de sanciones y de bloqueo económico que su proverbial “boots on the ground” que aplicó en las invasiones de Afganistán e Irak, de dónde hubieron de salir tras un descomunal coste financiero, que al final se reveló contraproductivo.

Mucho tendrá que discurrir el G7 para demostrar con argumentos en contrario la bondad de su modelo de relaciones. Para empezar, los próximos días 9 y 10 de septiembre habrán de confrontarse en Nueva Delhi dentro de la cumbre del G20, denominada por el jefe de la diplomacia de India, Subrahmanyam Jaishankar, como “la cumbre de la voz del Sur Global”.

De momento, si el G7 representa el 43,5% del PIB global, el de los BRICS 11 desde enero de 2024 estará situado en el 34%, con una aplastante superioridad de estos últimos en cuanto a capital humano. A la vista de todo lo cual, parece también muy claro que en este mundo no queda sitio para los neutrales o independientes, incluso para aquel eufemismo de la Guerra Fría que fueron los llamados Países No Alineados. Vía Atalayar.

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