No solo en América Latina hay populismos rancios, esta enfermedad sociopolítica que en parte tiene su origen en razones económicas y en cierto resentimiento social, lleva tiempo extendiéndose también en Europa y es quizá Italia el caso más evidente.
Italia y su convulsa vida política termina devorando a sus líderes: tiene como maldición unos gobiernos cortos, casi una elección cada año y medio o dos, porque nos les duran los primeros ministros.
Al controvertido Silvio Berlusconi lo que más le admiraba el italiano promedio era que logró gobernar el país de la bota hasta en cuatro ocasiones: desde, 1994 a 2011, como su primer ministro. Algo impensable… incluso en la actualidad.
Il Cavaliere tiraba de carisma, porque Berlusconi solía caer bien a la gente con sus ocurrencias muy del estilo de Donald Trump; de hecho, conquistaba adeptos y admiradores, que luego solían votarle en las urnas.
En vida fue polémico y siempre dividió la opinión de cierta parte de la sociedad italiana: unos lo amaban y otros lo odiaban así de claro; muerto tampoco ha dejado de dividir a los italianos, al contrario, estos días resucitan los debates en torno a su figura, su legado político, sus excesos como ser humano y sus pecados.
Se ha muerto a los 86 años de edad este encantador de serpientes que amasó tal fortuna que sus cinco hijos, fruto de dos matrimonios, deberán repartirse 7 mil millones de euros en bienes, inversiones y dinero. ¿Se puede hacer limpiamente tanto dinero en vida? Pregunto…
Como buen populista, este ejemplar digno del manual del populista seductor, no podía dejar la escena política le costaba muchísimo bajarse del pedestal para ser un simple mortal. Hasta llegó a creer que Italia era él… que Italia le necesitaba para redimirse, para no caer y para brillar por todo lo alto.
Vivía atrapado por ese halo místico que arropa a los populistas hablen el idioma que hablen y sean del país que sean. A Berlusconi se le persiguió por corrupción, por fraude, por su bunga bunga (orgías con menores) y hasta se le condenó a la cárcel y fue inhabilitado. Sin embargo, nunca terminó de irse de la esfera política italiana. Con su partido, Forza Italia, jugó un papel clave para formar alianzas de gobierno que a Berlusconi interesaban, solo él palomeaba al candidato que creía a su gusto, para gobernar a los italianos.
Fue un hombre sagaz, un camaleón, que siempre se salió con la suya a tal punto que murió en el Hospital Raffaele, en Milán, siendo senador. Todo lo venció menos a la muerte producida por una leucemia mielomonocítica.
A COLACIÓN
Hoy serán sus funerales de Estado en el Duomo de Milán, con las banderas a media asta y el país en duelo riguroso; mientras, en las calles, los ciudadanos de a pie discuten entre ellos si su legado político ha sido el más importante de los últimos cincuenta años o simplemente fue un gran embaucador que contribuyó a la inestabilidad del país en los últimos trece años en los que él ya no logró volver al poder como primer ministro.
Fuel tal su injerencia que la primera ministra, Giorgia Meloni, gobierna gracias a una alianza con Forza Italia y eso gracias a que Berlusconi le dio su beneplácito. Meloni le caía bien.
Para el presidente italiano, Sergio Mattarela, Berlusconi era un gran líder que marcó a la república italiana con su peculiar forma de gobernar; hasta la propia Meloni exaltó su figura como ejemplo a imitar.
El que fue a un plano más emocional, fue su amigo personal, el dictador ruso, Vladimir Putin, que destacó su amistad y lo elogió como a una magnifica persona muy cercana a Rusia. Un auténtico patriota y un político de magnitud mundial, reiteró Putin.
Se fue otro populista más y me alegro de que no vuelva. Me alegro porque habrá un corrupto menos, un depredador menos, un pederasta menos y un corruptor de menores menos. Berlusconi debió llevarse con él como a otros cincuenta populistas que solo están haciendo más daño a sus respectivos países y, por supuesto, a la población.