Se trata de un aceite de oliva gourmet exquisito elaborado por la firma Blanco. La marca combina un profundo conocimiento de su finca y la intuición que otorga cinco generaciones de tradición familiar para la selección de la mejor parcela con la que elabora su Virgen Extra de marca propia y de producción limitada.
Como otros productos agrícolas, la climatología y los atributos del suelo tienen un impacto directo en las características organolépticas —sabor, color, textura, aroma— del aceite de oliva Virgen Extra, un producto gastronómico de gran complejidad.
La temperatura o la cantidad de precipitaciones varían año a año y son factores que el productor no puede controlar. Asimismo, el clima tiene impactos distintos dependiendo de la orientación de los árboles, la altitud del suelo y su composición (bujeo, caliza o piedra, por ejemplo).
Basándose en el análisis de las hojas del olivo y del suelo, actúa —siempre con criterios ecológicos— para obtener la mejor cosecha. Pero la marca va un paso más allá, y elige exhaustivamente la parcela concreta que cuenta con las mejores condiciones para obtener un producto excepcional: su Virgen Extra de marca propia.
Esta es una práctica ya aplicada en otros cultivos, como la vid, para la producción de vinos de “terroir” o “single slot”, pero que la familia Blanco traslada a la olivicultura.
Como si de un sastre se tratara, la familia selecciona en cada cosecha una parcela con unos 500 árboles u ocho fanegas de tierra. Ese “retazo”, que puede tener una forma muy caprichosa, requiere un trabajo exhaustivo y minucioso que combina el profundo conocimiento de la finca, la evaluación de la naturaleza y la intuición que otorga la larga experiencia y tradición familiar.
Esa selección artesanal de la parcela —que cambia año a año— es la que, de hecho, inspiró la imagen de la marca, orquestada por el premiado estudio de diseño Buenaventura. Su cuidado packaging traslada ese trabajo artesanal de manera muy tangible. Cada etiqueta es pegada a mano, añadiendo un factor muy sensorial y agradable al tacto.
Son solo unas cuantas botellas de las variedades arbequina y hojiblanca las que se colocan en el mercado cada año: un producto mimado, preciso y exclusivo para aquellos que aprecian la calidad de un producto con identidad propia, expresión fiel de su terreno de origen. CH