Claudia Luna Palencia
@claudialunapale
Economista experta en periodismo económico, escritora de geoeconomía y análisis internacional.
Pueblo chico, infierno grande
Estos días en que la temporada estival invita a buscar la calma bajo una palmera y la suave brisa del atardecer cerca del mar, la revista Travel+Leisure nos sorprendió citando a San Miguel de Allende, Guanajuato como la mejor ciudad “del mundo”, tanto para vivir como para visitarla.
La flor del Bajío sigue siendo irresistible: desde mediados de 1980 comenzó una exuberante etapa de expansión demográfica debido a la cantidad de retirados y jubilados estadounidenses que eligieron el enclave de piedra rosada no nada más como segunda residencia sino en muchas ocasiones como lugar definitivo de retiro.
En San Miguel de Allende viven más de 20 mil norteamericanos aunque a decir verdad es una de las ciudades con una de las sociedades más multiculturales en las que todos tienen cabida sin ninguna discriminación.
No es inusual encontrarse con canadienses, suizos, franceses, italianos, alemanes y otros muchos europeos así como algunos asiáticos que fueron de vacaciones, de hacer turismo, y se quedaron tan prendados de su encanto que terminaron haciendo gestiones para saber cómo quedarse a vivir allí.
A diferencia de Ajijic, en Jalisco (una de las colonias de estadounidenses más amplias en México) la peculiaridad de San Miguel de Allende es ir caminando por sus callejuelas adoquinadas y otras empedradas recorriendo un pedacito de muchas otras partes del mundo porque lo mismo hay un cafecito francés o una boulangerie; así como expendios de quesitos suizos entremezclados con otras tiendas de delicias culinarias mexicanas o de ropa bordada a mano.
Hay sitios en los que se escucha más el inglés sobre todo en los restaurantes de comida cajún pero la oferta gastronómica es impresionante para el tamaño de la ciudad y sus poco más de 60 mil habitantes. Tampoco faltan las actividades culturales desde galerías con exposiciones permanentes de cuadros y todo tipo de manifestaciones artísticas.
La derrama económica que dejan las divisas en el municipio es muy importante así como la cantidad de puestos de trabajo generados dado que los extranjeros que llegan a invertir en bienes inmobiliarios en la región demandan los servicios de jardineros y personal de limpieza doméstica; además abren cuentas bancarias en las entidades financieras locales, adquieren vehículos para desplazarse y así van creando vínculos con la comunidad local.
Todo lo contrario a lo que se espera (por su tamaño) no es ni aburrida ni con precios inalcanzables el sector inmobiliario tiene una amplio catálogo de propiedades para todos los bolsillos desde la persona que quiere una casa promedio de unos 100 mil dólares hasta las propiedades más impresionantes por encima de los 3 millones de dólares.
En los años que yo viví (2001 a 2005) en la conocida Fragua de la Independencia nacional fui testigo de su constante expansión, hasta ella llegaban directores de cine de renombre internacional gestionando licencias en la Alcaldía para grabar escenas de sus películas en sus bellos rincones; los famosos caminaban por sus callejuelas sin que nadie les acosara ni les persiguiera pidiéndoles un autógrafo.
En todas sus formas y sus manifestaciones, México es siempre una tierra de oportunidades y mientras unos quieren salir lo curioso es que otros quieren entrar.
A COLACIÓN
Rigoberta Menchú, premio Nobel de la Paz, visitó San Miguel de Allende del 23 al 25 de octubre de 2004 me dio mucho gusto que acudiera gustosa a una atenta invitación que yo le realicé para que discursara al respecto de la delicada tesitura de la frágil y desquebrajada paz global.
Asimismo fue muy enriquecedor que ella se convirtiera en una fiel defensora de que San Miguel de Allende lograse ante la UNESCO su reconocimiento como Patrimonio Cultural de la Humanidad finalmente conseguido en 2008.
¿Es todo perfecto y maravilloso en este pueblo mágico? Sería surrealista afirmarlo dado que el enclave atrae a muchas grandes fortunas de todo el mundo y a veces el paraíso se convierte en el infierno.
El dramático secuestro del empresario Eduardo García-Valseca en 2007 marcó un punto de inflexión porque destapó las millonarias fortunas asentadas en el Bajío así como la inseguridad en la región.
San Miguel de Allende lo tiene todo y tanto más: así como vive allí gente buena también se refugian todo tipo de personajes que buscan perderse entre sus tejados marrones desde ex agentes de la CIA, ex militares del Pentágono y criminales que buscan camuflarse de gente decente.