El Banco Central Europeo (BCE) sigue dispuesto a sacrificar crecimiento económico para mantener a raya los precios en la zona euro. La institución que preside Christine Lagarde ha decidido este jueves seguir con los tipos de interés en el 4,5%, un nivel inédito desde 2001, a pesar de haber rebajado de forma contundente sus previsiones de inflación y confirmar los temores a un frenazo económico en la primera mitad de 2024.
“Desde la última reunión del Consejo de Gobierno celebrada en enero, la inflación ha seguido reduciéndose”, ha admitido la francesa, quien ha justificado la decisión en “las presiones inflacionistas internas”, que a su juicio “siguen siendo intensas, debido en parte al fuerte crecimiento de los salarios”. Lagarde también ha aguado las expectativas de un primer recorte en abril al sostener que hasta junio no dispondrán de todos los datos necesarios para empezar a decidir con mayor “seguridad”.
Fráncfort se despojó de cualquier hoja de ruta al estallar la crisis inflacionista, que hizo volar los precios por encima del 10% en otoño de 2022. Desde entonces, el BCE se ha declarado “dependiente de los datos” a la hora de adoptar decisiones. En la reunión del Consejo de Gobierno de esta semana, la cúpula de la institución ha contado con nueva y valiosa información, procedente de las proyecciones de su equipo de economistas. Y estas confirman que los precios están moderándose más rápidamente de lo esperado, en buena medida gracias a la caída de la energía. En concreto, la autoridad monetaria prevé que la inflación media este año ya se situará en el 2,3%, cuatro décimas por debajo de los pronósticos de diciembre y muy cerca del mandato del 2%. Para 2025, se prevé un IPC del 2%, y para 2026, del 1,9%.
La subida abrupta de los tipos de interés —que aún no se ha plasmado en su plenitud en la economía real— ha supuesto una mayor dificultad de acceso al crédito, un menor consumo y un recorte en la inversión. Y eso ha sucedido en un entorno de fragilidad de la economía de la zona euro, que sigue perdiendo terreno respecto a Estados Unidos o China. “Sigue débil”, ha reconocido Lagarde, quien aun así ha augurado un rebote a partir de la segunda mitad del año. Los economistas del BCE, de hecho, dibujan para este año una situación de estancamiento, con un pobre avance del 0,6%, dos décimas menos de lo que contemplaban en diciembre. Para 2025, el BCE proyecta una expansión del 1,5%, y para 2026, del 1,6%.
La autoridad monetaria sigue sin dudar cuando se halla frente al dilema de elegir entre crecimiento o inflación. Lagarde ha afirmado que el proceso de “desinflación” está en marcha, incluso ha advertido de que se está haciendo un “buen progreso”. Sin embargo, ha añadido que necesitan más datos para estar “suficientemente seguros” de que van a poder volver a un incremento de precios del 2%. En concreto, la jefa del BCE ha afirmado que el Consejo quiere ver la evolución de la inflación vinculada a los servicios y de los salarios, cuyas subidas empezaron a moderarse en el último trimestre de 2023, pero que siguen preocupando a los halcones. Por ello, el cónclave del BCE resolvió por unanimidad mantener los tipos de interés en el 4,5% y la facilidad de depósito en el 4%.
Los mercados daban por hecho que este jueves aún no se decidiría ningún movimiento en Fráncfort. Sin embargo, sí albergaban alguna esperanza de un primer recorte en la reunión del próximo mes de abril, en especial después de que los gobernadores de Francia, Italia o Portugal abogaran por empezar ya a recoger cable y tras constatar los malos datos de actividad que siguen registrándose en Alemania. Lagarde ha sugerido que tampoco entonces será el momento de bajar el precio del dinero porque no dispondrán de todos los datos necesarios. Es más, ha sostenido que no se ha discutido todavía un posible recorte, sino que se ha empezado a debatir sobre el viraje “de su orientación restrictiva”. La jefa del BCE no aclaró, sin embargo, cuál es la diferencia entre ambas cosas.
A pesar de que Fráncfort ya no ofrece una hoja de ruta de su actuación, Lagarde sí ha advertido de que la institución debe ir quemando etapas antes de volver a la normalización. Ahora está en época de “espera”, a la que seguirá una etapa de política restrictiva y finalmente llegará la vuelta a unos tipos de interés que dejen respirar a la economía. A pesar de que la moderación de precios ha sido más intensa en Europa que al otro lado del Atlántico, los mercados creen que la Reserva Federal volverá a liderar el nuevo ciclo. Sin embargo, Lagarde ha asegurado que el BCE actuará “de forma independiente”. “Haremos lo que tengamos que hacer”, ha remachado.
A pesar de que Lagarde negó este jueves haber dicho que no hay prisa para bajar tipos, el BCE sigue arrastrando los pies para recortar el precio del dinero. En cambio, Lagarde sí pide celeridad a los gobiernos en la retirada de las ayudas que han lanzado para proteger a familias y hogares contra la crisis inflacionista que Fráncfort dice que podría no haber acabado. Además, les ha urgido a desplegar el plan europeo de recuperación, adoptar reformas estructurales, implementar la unión de capitales y adaptarse a las nuevas reglas fiscales comunitarias.
Tras la reunión, los mercados creen que la institución seguirá tomándose su tiempo hasta recortar tipos. “Solo un BCE mucho más alarmado por las perspectivas de crecimiento podría desencadenar un recorte de tipos ya a finales de abril”, afirma el economista jefe de Macro, Carsten Brzeski. “Esperamos que el primer recorte de tipos se produzca en junio, una vez que el Consejo de Gobierno haya tenido a la vista los datos salariales del primer trimestre”, coincide Felix Feather, economista el banco de inversiones abrdn. Tras la difusión de la nota de Lagarde, el euro se ha revalorizado frente al dólar. Los rendimientos de la deuda soberana han caído, mientras que las principales bolsas europeas han cerrado con ganancias.