Nunca debería ocurrir que esta tierra
hermosa experimente la opresión
de una persona por otra
Nelson Mandela
Arturo Suárez Ramírez / @arturosuarez
La guerra ha sido un fenómeno que ha acompañado a la humanidad, de hecho sin ella no se podrían entender las conquistas de territorios y hasta muchos avances de la sociedad, pero que quede claro, no hay justificación para decir que resolver un conflicto por la vía de las armas sea la mejor alternativa porque hay mucho sufrimiento, dolor, muerte y destrucción en todos los sentidos para los pueblos que son vencidos, ahí se va la vida de muchas personas, familias que no volverán a ver a sus integrantes o que quedan rotas.
Así que es una obligación moral y ética condenar los conflictos bélicos, por más justos que parezcan o que se trate de una “guerra santa” o en nombre de Dios, los que sufren son los de siempre, problemas como la pobreza se agudizan, la carestía alcanza a unos y otros, se detonan éxodos para escapar de la muerte y del hambre, se dispara la violencia porque no hay Estado de derecho como decía Thomas Hobbes en el “Leviatán”. En la guerra se vale de todo porque no hay reguladores morales, lo mismo da violar, robar y asesinar porque no hay quien castigue, se vuelve un horror para todos.
Cuando más lejos llegamos en el espacio, cuando más logros en ciencia y tecnología tenemos, cuando vamos saliendo de una pandemia por el SARS-CoV-2 que dejó más de 15 millones de muertos en el mundo, estalló la guerra entre Rusia y Ucrania, prácticamente una invasión que dejó 500 mil fallecidos, 14 millones desplazados y una tensión mundial por el apoyo de China a los rusos y que generó otra guerra, la económica con sus 11 mil 700 millones en sanciones para aquel país que dirige Vladimir Putin.
Insisto, cuando entramos al siglo XXI la esperanza era de generar un mundo mejor, pero solo se quedó en eso. En Libia en el año 2011, se desataron enfrentamientos entre el régimen de Muamar el Gadafi contra grupos opositores en el Consejo Nacional de Transición apoyados por Francia y los países de la OTAN, con el tiempo se conoció como la “Primavera Árabe” que dejó 250 mil muertos, 830 mil desplazados y millones de historias cargadas de dramatismo puro.
Aunque no es un conflicto entre países, en México vivimos una gran oleada de violencia que no para desde el 2007, año en que el entonces presidente Felipe Calderón declaró la guerra contra el narcotráfico y eso generó la cifra de 120 mil muertos con Calderón, 156 mil 437 con Enrique Peña Nieto y 167 mil 733 con Andrés Manuel López Obrador que prometió pacificar al país y simplemente no ha podido ser.
Hace unos días nos despertamos con la noticia de que la vieja guerra entre Palestina e Israel se ha reactivado, ahora se vive un nuevo capítulo que ha dejado bombardeos, enfrentamientos y mil 100 muertos, claro que la cifra cambiará y los horrores que traen consigo los conflictos armados se harán presentes.
Lo sucedido es el ataque más mortífero contra Israel que se recuerda desde la primera guerra árabe-israelí en 1948. Muchos analistas comparan la operación de Hamás con el inicio de la Guerra del Yom Kipur, en 1973, cuando los ejércitos de Siria y Egipto también atacaron por sorpresa al Estado judío ante su expansión descontrolada.
Según el “Armed Conflict Survey 2020” que elabora el “International Institute for Strategic Studies”, existen en el mundo alrededor de 331 conflictos que se localizan en el Medio Oriente, norte de África, Asia, Asia-pacífico, Europa y Eurasia, América. La guerra es un fenómeno que nos ha acompañado y seguramente seguirá, no es lo deseable y es altamente condenable por tanto sufrimiento que está causando.
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Hasta la próxima.