Un buen escritor expresa grandes cosas
con pequeñas palabras;
a la inversa del mal escritor,
que dice cosas insignificantes
con palabras grandiosas.
Ernesto Sábato
Arturo Suárez Ramírez / @arturosuarez
En pleno siglo XXI y en la era de la inteligencia artificial perduran pensamientos medievales, la superchería, hasta pensamientos qué siguen sosteniendo que la tierra es plana y que son las sociedades secretas de los poderosos que buscan ocultar la verdad para manipular a todo el mundo del que prácticamente son dueños, todo eso es atractivo y encuentran terreno fértil en una parte de la población.
Así con esos pensamientos miles se han dejado de vacunar simplemente porque compran la historia que las grandes corporaciones quieren manipular, dejar estéril y hasta idiotizar al sujeto al que se le suministra. Pero las vacunas son un gran avance en contra de esos diminutos virus, lo mismo que los antibióticos para las bacterias y muchos otros fármacos que impiden las pandemias. No hace mucho vivimos la última por el SARS-CoV-2 que dejo un millón 170 mil 784 muertos en el planeta.
Los gobiernos y empresas dedicadas a la farmacología lograron crear vacunas en un tiempo récord, una vertiginosa carrera para ganarle tiempo y vidas a la calamidad, se tardaron apenas unos meses.
La historia de las vacunas se puede remontar a siglo X en China, pero fue hasta el siglo XVIII con Edward Jenner, conocido como el padre de la vacunación que desarrolló la primera vacuna exitosa contra la viruela al observar que las personas expuestas a la viruela bovina no contraían la viruela humana, así que utilizando material de pústulas de viruela bovina inoculó a un niño, lo que resultó en su protección contra la viruela humana, ahí arrancó la carrera y también el gran negocio.
Por eso el punto de reflexión sobre la pandemia que inició en 2020 en que las vacunas fueron llegando de a poco, afortunadamente hay libertad para decidir y la mayoría optó por usarlas. Mientras que otros como los del movimiento antivacunas que es tan diverso y las razones por las que algunas personas eligen no vacunarse varían. Algunos argumentan preocupaciones sobre la seguridad y efectividad de las vacunas, temen efectos secundarios graves o desconfían de las autoridades médicas. Otros pueden basar su decisión en creencias religiosas o filosóficas. También hay quienes son influenciados por información errónea que encuentran en la red o por experiencias personales negativas.
Hace unos días se dio a conocer que la farmacéutica admitió por primera vez en documentos judiciales que su vacuna contra el Covid-19 puede provocar efectos secundarios como la trombosis en «casos muy raros». Esta declaración se dio en el marco de un proceso judicial tras la interposición de una demanda colectiva contra la empresa por considerar que su vacuna, desarrollada en colaboración con la Universidad de Oxford, ha causado la muerte y lesiones graves en docenas de casos.
El primer caso fue presentado el año pasado por Jamie Scott, padre de dos hijos, que quedó con una lesión cerebral permanente después de desarrollar un coágulo de sangre y una hemorragia en el cerebro que le impidió trabajar después de recibir la vacuna en abril de 2021. De hecho, el hospital llamó a su esposa tres veces para decirle que su marido iba a morir. En total se han presentado 51 casos ante el Tribunal Superior británico, y las víctimas y sus familiares piden daños y perjuicios por un valor estimado de hasta 100 millones de libras esterlinas.
La historia de las vacunas es un testimonio del ingenio humano y el progreso científico en la lucha contra las enfermedades infecciosas que siempre están al acecho. Se imagina estimado lector ¿Cómo nos hubiera ido sin las vacunas contra el SARS-CoV-2?
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Hasta la próxima.
