viernes, mayo 3, 2024

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Putin: ¿morir matando?

La peor noticia para los europeos es que Putin se quedará otros seis años en el poder: hasta 2030, seguirá siendo la pesadilla de la OTAN y de la Unión Europea (UE). Un Putin acorralado es todavía más peligroso porque sus decisiones son cada vez más arriesgadas, temerarias y despiadadas.

          El dictador ruso está convertido en la peor némesis, una mezcla mesiánica de Lenin y Stalin pero con aires imperialistas zaristas. Lleva el sello del poder y por conservarlo se mata.

          Ningún crítico se salva, ni dentro de Rusia, ni fuera de sus fronteras. La cacería de sus enemigos o de gente que lo ha incomodado sean periodistas, activistas, empresarios u oligarcas  ha cruzado las fronteras lo mismo se envenena a los que se han exiliado en Reino Unido o se encuentran cadáveres masacrados junto con sus familias y en situaciones tan extrañas.

          El dictador soviético, Iósif Stalin, mandó asesinar en México, en Coyoacán, a León Trotski. No soportaba que este periodista y ensayista fundador del Ejército Rojo le compitiese en popularidad; su relación se deterioró a tal grado, que Stalin lo acusó de actividades antisoviéticas y terminó desterrado. Trotski se fue a México donde inició una serie de actividades en las que cuestionó  a Stalin y lo acusó de graves represiones contra la población y un método cruel de torturas en la cárcel.  

          Trotski sufrió varios atentados antes de ser asesinado el 21 de agosto de 1940 por  el comunista español Ramón Mercader, contratado por Kótov, agente de la NKVD soviética.

          El zar Putin solo sigue las viejas tácticas de sus peores antecesores. No tiene un punto de equilibrio en su personalidad y no puede ser más intranquilizador porque es capaz de todo… no tiene límites, no tiene moral. No está distinguiendo claramente entre lo bueno y lo malo ni se tienta el corazón, ha desarrollado al completo su personalidad de psicópata.

          Ha empezado a cazar a sus enemigos usando fechas claves como un acto de venganza pero también lo hace para atemorizar a los rusos y a los europeos. Porque el psicópata ejerce su poder valiéndose de las debilidades, temores y vulnerabilidades de los demás.

          Ha jugado con la idea de una bomba nuclear táctica y con recuperar la grandeza territorial soviética lo que ha puesto a temblar a países pequeños como Lituania, Estonia, Letonia y Moldavia. Mientras Finlandia empieza  a reforzar su frontera con la Federación de Rusia y en Polonia, el ejército vive al alba temeroso de una invasión.  Putin juega con eso miedos.

          Y no es para menos. No creo que el Kremlin llegue a utilizar una bomba nuclear porque sabe que con las armas nucleares, el que dispare primero no será para ganar, sino para perder. No es el mismo escenario que con las bombas nucleares del 6 y 9 de agosto de 1945 lanzadas por Estados Unidos en Hiroshima y Nagasaki.

          Estados Unidos era el único país que en ese momento contaba con dicha tecnología, por ende, no había un equilibrio de fuerzas y en la actualidad, son nueve países con arsenal de bombas nucleares: además de la Unión Americana, Rusia, China, Francia, Reino Unido, Pakistán, Israel, Corea del Norte e India.

A COLACIÓN

          Lo que sí creo que esté en los planes de Putin es invadir Europa del Este. Él tiene la obsesión de recuperar no solo los territorios que formaban parte de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) sino también el área de influencia soviética, conocido como el Bloque del Este o Bloque Soviético.

          No va a conformarse con Ucrania. Putin está dispuesto a una gran guerra a la que arrojará a sus ciudadanos y a la que orillará a la OTAN; una Alianza Trasatlántica que, si vuelve Trump al poder, no contará con el paraguas de protección de Estados Unidos y que será el detonante de la invasión rusa.

          Estos días hemos visto las consecuencias de la falta de ayuda militar y económica que Estados Unidos le venía proveyendo a Ucrania para resistir la invasión rusa: han perdido  Avdíivka, una batalla en la que llevaban más de ocho meses enfrascados los militares ucranios, repeliendo al ejército ruso y las fuerzas separatistas del Donbás. Recién perdieron la posición por falta de armas y dinero para comprar más munición… hay más de dos mil soldados ucranios atrapados muchos de ellos heridos.

          Putin sabe que en Ucrania solo tiene que resistir un poco más, aguardar al arribo de Trump  en la Casa Blanca, para continuar con su plan: matar a Zelenski y llevar a cabo el asalto final sobre de Kiev; rendir Ucrania y poner un gobierno títere afín. Y después invadirá los países europeos más pequeños a esos a los que ya viene señalando de traidores del pasado soviético.

          Recién el Kremlin puso en búsqueda y captura, a Kaja Kallas, primera ministra de  Estonia pero también añadió a esa lista a altos funcionarios y diputados de Letonia y Lituania. Putin los acusa abiertamente de renegar de su pasado soviético y de destruir los monumentos soviéticos que permanecen en dichos territorios que, desde 1991, son repúblicas independientes. Esto es países que están además dentro de la Unión Europea.

          A Europa, le esperan años terribles mientras Putin siga en el poder en Rusia. Está francamente obsesionado con restituir la añeja zona de influencia política, militar y económica y no dudemos que es capaz de todo. La reciente muerte en condiciones extrañas de Alexei Navalny, a un mes de las elecciones de Rusia, no es más que un mensaje para atemorizar a todos los que intenten algo contra el dictador ruso. Ya lo dijo el presiente norteamericano Joe Biden, hace algunos meses, “es un asesino”.  Un asesino que, sin duda, es capaz de morir, matando.

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