El Banco de Japón ha dado hoy un pequeño gran paso, aunque menor a lo esperado por el mercado y pese a seguir siendo el único banco central de entre las economías desarrolladas que no ha elevado los tipos durante la oleada inflacionista que dura ya más de un año. Incluso los mantiene en terreno negativo. La institución los mantuvo sin cambios en el -0,1%, la misma tasa que lleva aplicando desde enero de 2016, cuando se adentró en terreno negativo por primera vez en su historia.
Insistió en que mantendrá su política de control de la curva de tipos, de modo que el rendimiento del bono a 10 años se mantenga alrededor del 0% pero ha introducido una novedad: fija en el 1% el límite superior al que dejará llegar la rentabilidad de ese bono como “referencia en sus operaciones de mercado”. Además, ha reiterado que seguirá comprando bonos soberanos de Japón con vencimiento a 10 años a “gran escala”, en operaciones de mercado “ágiles” para continuar “pacientemente” con la relajación monetaria.
La respuesta del mercado ha sido una nueva depreciación del yen contra el dólar y contra el euro, después de que el Banco de Japón no cumpliera las expectativas de los inversores de relajar más su control de los rendimientos de los bonos. El yen se llegó a debilitar frente al euro por encima de las 160 unidades, una cota que no perforaba desde agosto de 2008, y se depreció también más allá de las 150 unidades por dólar, nuevo máximo anual y nuevo récord sin precedentes desde 1990.
Los inversores esperaban que el Banco de Japón actuara con más contundencia para ir rebajando el control sobre la curva de tipos de la deuda soberana nipona. Si permitiera más rentabilidad en sus bonos, daría más atractivo a esta deuda, lo que podría animar a los inversores a repatriar dinero al mercado japonés. La nueva depreciación del yen apunta en cambio a que el capital no va de momento a virar con más intensidad hacia activos de deuda japonesa. El rendimiento del bono nipón a una década sí se elevó en todo caso al 0,95%, el nivel más alto en una década.
La expectativa de los inversores de una mayor flexibilidad por parte del Banco de Japón se asienta en las señales de inflación que van llegando de la economía nipona. De hecho, el banco central ha aumentado sus previsiones de inflación y ha revisado al alza la inflación esperada para 2023 hasta el 2,8%, frente al 2,5% proyectado el pasado mes de julio
De cara al próximo año, la entidad espera que los precios suban un 2,8%, nueve décimas más de lo anticipado previamente, mientras que para 2025 ha elevado su pronóstico una décima, hasta el 1,7%. CH