Estados Unidos esperaba que con las sanciones contra Rusia y sus oligarcas, aunado al apoyo militar y económico a favor de Ucrania, tarde o temprano, salieran a la luz las grietas alrededor del poder omnímodo de un Putin con mentalidad imperialista.
Desde el Pentágono aventuraban que parte de la cúpula de Putin, harta de la guerra y de sus consecuencias, diesen un golpe de Estado o inclusive que los propios rusos se echasen a la calle en hordas violentas que terminasen desmantelando la autocracia que tienen encima.
Incluso, llevábamos meses especulando igualmente con la posibilidad de que Putin fuese traicionado y asesinado… lo que no imaginamos es que el pulso entre Yevgueni Prigozhin, la cabeza de Wagner y Serguei Shoigu, el ministro de Defensa ruso, terminase con un calentón del excocinero de Putin a tal punto nublado por lo que él denunciaba como ineficacia e inoperatividad de los mandos militares alrededor de Putin señalando siempre a Shoigu como el responsable de que los mercenarios Wagner no recibieran las armas, ni el equipo militar, que necesitaban para avanzar con la toma de las ciudades ucranias.
La resistencia este invierno de las valientes tropas ucranias ante ese maldito asedio ha sido bastante significativa so pena de los miles de hombres caídos en combate. Y en este juego de fuerzas militares, Bajmut es un punto de inflexión.
Ya se ha convertido en una de las batallas más largas desde que inició la invasión y ha sucedido en una ciudad de 41.6 kilómetros cuadrados que antes de la guerra tenía casi 78 mil habitantes y que se convirtió en un territorio necesario para dominar por parte de los rusos por encontrarse en el Donbás y también por sus características industriales al ser además una de las ciudades principales productoras de vino espumoso de toda Europa del Este.
Después de la fallida toma de Kiev por parte de las tropas rusas recién iniciada la invasión, las voces de estrategas militares muchos miembros de la OTAN, mostraron su asombro por todos los problemas logísticos, armamentísticos y en las cadenas de mando en el ejército ruso. Siendo uno de los ejércitos vencedores en la Segunda Guerra Mundial y después, temido tras adquirir la tecnología de la bomba nuclear, hablar de las tropas rusas significaba hacerlo de uno de los ejércitos más poderosos del mundo.
La invasión ha dejado expuestas todas sus debilidades. Hace algunos días, Anthony Blinken, secretario de Estado de Estados Unidos, hacía mofa pública de los errores del Kremlin para dirigir a sus tropas y llegó a subrayar su capacidad para fracasar.
No hay que ser experto militar para darse cuenta de las tensiones internas entre las facciones alrededor de esta invasión: una que es un ala más dura y quiere a un Putin más contundente capaz de activar el botón nuclear; y otra, igualmente nacionalista pero quizá más contenida en materia militar.
A COLACIÓN
Y en esa línea era impensable que la animadversión de Prigozhin, contra Shoigu, fuese a desembocar en un extraño motín al que Putin ha señalado con la intencionalidad de desatar una guerra civil. Que se matasen entre sí, los rusos.
Con la opacidad con la que se mueve el Kremlin nos enteramos de que hubo pilotos rusos muertos en ese amotinamiento, ignoramos cuántos y cómo sucedieron los hechos. Salvo que Prigozhin se quedó a 300 kilómetros de llegar a Moscú.
Las negociaciones son también de lo más extrañas: se permitió la salida intacto de Prigozhin para exiliarse en Bielorrusia; sin cargos, sin pena de muerte y hasta perdonaron a los mercenarios que participaron en la rebelión. Al final, Prigozhin se ha revelado como lo hiciera un hijo prodigo a su padre que le ha dado todo, pero todo, a tal punto que un don nadie terminó siendo un oligarca con múltiples negocios y una milicia de miles de hombres a su servicio.
Sí, es raro. Todo lo que rodea a Putin lo es, ¿qué frenó a Prigozhin para no tomar Moscú? ¿Dónde está la familia del exlíder de los Wagner y sus cuentas bancarias, su dinero dónde está? ¿Para qué escenificas una rebelión con tus hombres, con sus tanques y sus armas, si no la vas llevar a término?
Conociendo a Putin, su excocinero es un hombre muerto aunque esté en Bielorrusia y el acoso llegará hasta a su familia, sus negocios, sus activos, su dinero. Ya el Kremlin ordenó la investigación de las cuentas tras el reproche abierto de Putin: “De las arcas rusas se ha pagado a Wagner más de mil millones de dólares”.
¿Será un autogolpe? Putin cerrará su círculo de confianza todavía más y llevará a cabo, sin pretextos, las purgas y persecuciones que considere pertinentes. Si antes tenía dudas, tras el amotinamiento ya tendrá más claro qué militares están con él y quienes en contra de él. Putin se va a enrocar y será más poderoso.
Si no fue un autogolpe, una trampa de Putin a Prigozhin (y no al revés) podríamos esperar que alguna otra facción militar aupada por los oligarcas rusos afectados por las sanciones y los bienes confiscados en Europa y en otras partes del mundo, intenten con más éxito otra especie de Operación Valquiria (fue un atentado de la cúpula militar contra Hitler) contra el dictador ruso. Si fue un autogolpe, veremos una fuerte purga de mandos militares y más oligarcas muertos en condiciones raras. Ojo a un golpista no se le deja escapar con vida, en cambio a alguien al que has sorprendido porque le has puesto una trampa sí. Putin se ha quitado de encima al alacrán que él creó; finalmente ha disuelto el grupo Wagner y a los mercenarios les ofrece incorporarse con el ejército ruso.
Putin siempre es maquiavélico: a lo largo de su carrera política ha hecho jugadas maestras como sucedió en su momento con Chechenia y no es precisamente discreto. No olvidar que en 2024 habrá elecciones en Rusia y él quiere seguir en el poder.